Distensiones
P. Fernando Pascual
11–3–2017
Hay momentos en los que la tensión llega hasta el límite. El tráfico, los problemas con la luz, las
discusiones en familia, la subida de los precios del gas...
De repente, un familiar o un amigo ofrecen una ironía sana, un chiste amable, una palabra
acogedora, un momento de distensión.
Alguien dijo que un exceso de seriedad lleva a la ridiculez. Por eso, la broma que llega a tiempo, el
comentario alegre ante una situación compleja, puede provocar una risa sana y nuevas fuerzas para
seguir adelante.
Desde luego, hay situaciones de dolor en las que una broma queda totalmente fuera de sitio. Pero en
otros casos, una buena sonrisa serena los corazones y redimensiona los problemas.
En el camino de la vida hay personas que ofrecen distensiones buenas, esas que nos hacen levantar
la cabeza sobre las dificultades para volver a mirar el cielo y llenarnos de esperanza.
Sobre nosotros brilla un sol sereno o estrellas que parpadean. A los lados cantan ruiseñores, canarios
y jilgueros, o esos saltamontes que dan un toque amable a las noches de verano.
La vida conjuga aspectos solemnes, incluso difíciles, con momentos amables y simpáticos. Saber
conjugar unos y otros nos permitirá vivir más serenos, abrirnos a la esperanza, sonreír a los
cercanos.
Los problemas no se arreglan con una palmada en la espalda o con un emoticón que llega en el
momento oportuno. Pero unos instantes de distensión permiten recordar que el mundo es relativo,
que están juntos el trigo y la cizaña, y que tenemos un Dios Padre bueno que nos acompaña, con
una sonrisa amable, en las mil encrucijadas de la vida.