Avalanchas de mentiras
P. Fernando Pascual
18–3–2017
Si se acumula mucha nieve, puede producirse un alud peligroso. Si se acumulan muchas mentiras, es
posible una avalancha dañina.
En sociedades donde se puede decir todo y lo opuesto de todo, las mentiras crecen y se difunden con
velocidades inauditas.
Primero, porque quien miente no necesita esforzarse por controlar datos ni por pensar cómo
interpretarlos correctamente. Le basta su deseo para lanzar al ruedo cualquier falsedad. Ella sola
correrá por todas partes y engañará a muchos.
Segundo, porque las sociedades supuestamente pluralistas permiten la difusión de casi todo, bajo la
bandera de unos derechos que, según dicen, no pueden ponerse nunca en discusión: los de la libertad
de pensamiento y de expresión.
Una primera precisación: la supuesta libertad de expresión encuentra en ocasiones controles férreos.
Basta con fijarnos en la persecución que sufre todo aquel que hable de posibles curas solicitadas por
quienes tienen ciertas tendencias sexuales.
Una segunda precisación: difundir mentiras en el gran público solo es posible desde el apoyo de
poderosos medios informativos, en los cuales dominan aquellos intereses de quienes tienen dinero en
abundancia y ambiciones más o menos manifiestas.
Habrá quien afirme que gracias a Internet cada vez serán desenmascaradas más mentiras y que se
promoverán más verdades. Pero también Internet tiene sus reglas, y muchos trabajos serios quedan
sepultados ante montones de insultos y mentiras fáciles.
Entonces, ¿quién nos salvará de las numerosas avalanchas de mentiras? En parte, una buena educación
al auténtico sentido crítico, lo cual supone que existan maestros libres de ideologías engañosas. Algo,
se constata con pena, nada fácil.
En parte, con un paciente y constante trabajo personal, que ayude a familiares y amigos a vacunarse
para no quedar engañados ante lo que gira velozmente y en todas partes sin garantías mínimas de
seriedad.
En la tarea por defenderse de las mentiras también contamos con la ayuda que viene del mismo Dios.
Porque si el hombre no fue capaz de superar el pecado sin la llegada de Cristo, tampoco podrá resistir
ante la fuerza del padre de la mentira (el diablo) sin la ayuda de quien es Camino, Vida y, para nuestro
asunto, Verdad completa...