Saber llevar la Cruz
Pbro.
José Martínez Colín
1) Para saber
Se oye decir que
cuando alguien es picado por una serpiente venenosa, para curarlo hay que chupar
sobre la herida el veneno y escupirlo fuera. Sin embargo se debe hacer con mucho
cuidado, pues hay el peligro de ser también envenenado al hacerlo.
Pero hablando en un
nivel espiritual, se puede hacer una comparación y decir que al ser envenenados
por el pecado, fue Jesucristo quien ha sido capaz de tomar todo ese veneno del
pecado en nosotros para que quedáramos completamente sanos. El Papa Francisco
nos recuerda que “no hay salvación en las ideas, no hay salvación en la buena
voluntad, en el querer ser buenos. No. La única salvación está en Cristo
crucificado”, que fue quien, siendo inocente, asumió las consecuencias del
pecado y sufrió y murió por todos: Él es el único Salvador. A veces alguien
puede pensar: “Yo me salvo al portarme bien”, y no tiene en cuenta que si es
salvado no es por sí mismo, sino por Jesucristo que murió en la cruz.
Dios escogió que
fuéramos redimidos a través de la Cruz. Y así, la cruz dejó de ser símbolo de
humillación, castigo y oprobio, para convertirse en el trono desde el que
Cristo vence al pecado y sus consecuencias: el sufrimiento y la muerte.
2) Para pensar
En el siglo VII, la
cruz en que fue crucificado Jesús estaba en manos de los persas. Fue el
emperador Heraclio quien la recuperó para el cristianismo en el año 630. Y
cuenta la leyenda que al llegar a Jerusalén, quiso el mismo cargarla, como
nuestro Señor Jesucristo, y llevarla a plomo a lo alto del monte Calvario,
aunque iba vestido con toda la indumentaria de emperador: joyas, vestidos
ricos, corona. Pero la cruz se fue haciendo cada vez más pesada hasta que ya no
pudo avanzar con ella. Entonces, el obispo de Jerusalén, Zacarías, le indicó
que nuestro Señor había cargado la cruz siendo pobre, humilde, sin riquezas. Era
preciso pues, despojarse todo lujo y vanidad. Así lo hizo el emperador
quitándose la corona, la capa, las joyas… y entonces sí pudo cargar con la cruz
y llegar hasta la cima.
Jesús nos invita,
si queremos ser sus discípulos, a carga la cruz de cada día. Pensemos si
sabemos cargarla, o nos quejamos y queremos solo cargar una cruz ligera y
cómoda.
3) Para vivir
El Papa Francisco
quiere que estos días de Cuaresma nos preguntemos: “¿Cómo llevo yo la cruz?, ¿sólo
como un recuerdo? Cuando hago el signo de la cruz, aunque a veces no la hacemos
bien, ¿soy consciente de lo que hago?; ¿cómo llevo yo la cruz? ¿Sólo como un
símbolo de pertenencia a un grupo religioso?, ¿cómo un ornamento?, ¿cómo una
joya con muchas piedras preciosas, de oro?... Que cada uno de nosotros mire el
Crucifijo, mire a este Dios que se ha hecho pecado para que nosotros no muramos
en nuestros pecados y responda a estas preguntan que os he sugerido… pues quien
no mira la cruz, así, con fe, morirá en sus propios pecados y no recibirá la
salvación”.
La Cuaresma nos propone
un diálogo con este misterio de la cruz, con Cristo en la cruz muriendo por amor
a mí. Y así, después de meditar y contemplar a Jesús crucificado, cada uno de
nosotros pueda llegar a decir: Si Cristo murió en la Cruz, fue por amor a mí.