Alarmas ante las elecciones
P. Fernando Pascual
22-4-2017
Llegan unas nuevas elecciones.
Hay tensión y alarma. Un partido señalado como peligroso podría ocupar el
primer lugar entre los votantes.
Las agencias informativas
tiemblan. Los organismos internacionales muestran su inquietud. Importantes
personajes avisan ante el peligro inminente.
Por fin se conocen los
resultados. Sensación general de alivio. Se ha evitado lo peor. Han vencido “los
buenos”. O, al menos, no han ganado “los malos”.
Este tipo de situaciones
muestran, por un lado, que en las democracias pueden vencer partidos que
defienden programas peligrosos, injustos, incluso belicistas.
Pero, al mismo tiempo, se
percibe una extraña manera de juzgar quiénes son “los buenos” y quiénes son “los
malos”, según los parámetros escogidos para lanzar alarmas.
Se constata, por ejemplo, cómo
muchos consideran peligrosos aquellos partidos acusados de xenofobia, o
violentos, o antiinmigrantes, o antiglobalización, o populistas.
Al mismo tiempo, muchos entre
quienes temen a esos partidos se muestran indiferentes, o tal vez incluso
aplauden, a otros partidos que defienden el aborto, la eutanasia, la
liberalización de las drogas, la destrucción de la familia.
Se nota, entonces, que para
algunos solo son malos los que tienen algunas propuestas injustas, pero no lo
son otros que defienden otras injusticias, algunas de enorme gravedad, como el
aborto.
Más allá de este tipo de
condenas selectivas, hace falta ir a fondo y reconocer, sin miedo, que las democracias
en las que todo puede ser discutido están heridas por un veneno mortal.
Ese veneno deja abiertos
espacios en los que pueden triunfar partidos que promueven injusticias de todo
tipo, que van desde el racismo hasta la eutanasia, desde el odio al extranjero
hasta el desprecio hacia una minoría lingüística.
Ciertamente (afortunadamente)
son pocos los partidos que asumen un programa completamente nefasto. Pero allí
donde haya propuestas injustas debe haber condenas y alarmas, sean defendidas
por grupos de “derechas” o de “izquierdas”, por socialistas o por liberales.
Solo entonces quienes
promueven verdaderamente la cultura, quienes trabajan en los medios de
información, o quienes tienen responsabilidades públicas, dirigirán sus avisos
y alarmas con una mirada de amplio respiro, para denunciar cualquier
injusticia, sea propuesta por unos o por otros, y para defender los derechos de
todos, especialmente de los más débiles y vulnerables.