Variables
P. Fernando Pascual
29-4-2017
La vida transcurre como un
río. Momentos veloces, de turbulencia, con cambios bruscos. Momentos más
reposados, serenos, con un cauce estabilizado.
En los momentos de cambio, un
sinfín de variables abre amplios espacios a la indeterminación. Pensemos en
algo tan sencillo como programar un viaje.
¿Tendremos tiempo soleado? ¿Funcionará
el coche? ¿Estarán en buen estado las carreteras? ¿Habrá demasiado tráfico? ¿Y
si encontramos un accidente?
Las preguntas se dirigen a uno
mismo: ¿cómo estaré ese día? ¿Habré pasado buena o mala noche? ¿Qué hacer si
amanezco con dolor de cabeza?
En asuntos de mayor
importancia, las variables pueden impresionarnos intensamente. Basta con pensar
en planes ante un cambio de trabajo o en el modo de afrontar un resultado
diagnóstico preocupante.
Otros momentos de la vida
transcurren en un clima de serenidad. El trabajo transcurre con regularidad
monótona. Los días se suceden sin grandes cambios. El autobús llega con una
puntualidad encomiable.
También en esos momentos,
variables imprevistas pueden asomarse en el horizonte. No tenemos una certeza
completa de que hoy el tren partirá a la hora de siempre...
Convivir con las variables no
resulta fácil, sobre todo cuando quisiéramos tener todo bajo control. Pero es
parte de la vida la presencia de una dosis de indeterminación con la que lidiar
cotidianamente.
Por eso, ante tantas
variables, que afectan nuestra propia salud o el buen funcionamiento de todo lo
que nos rodea, hace falta aprender a vivir serenamente, y a tener una actitud
prudente para afrontar, uno por uno, cada imprevisto que surja en el camino.
Este día amaneció bajo nubes y
con viento. Una variable ya está fijada: tiempo borrascoso. Al emprender las
tareas previstas y los deberes inaplazables, buscaremos actuar de la mejor
manera posible, y confiaremos en la Providencia de Dios que, en definitiva, es
el único que sabe gestionar sabiamente todas las variables del existir humano.