La tentación del faraonismo
José
Martínez Colín
1) Para saber
En su reciente
viaje a Egipto a fines de abril, el Papa Francisco tuvo diversos encuentros:
con autoridades civiles y religiosas, con jóvenes, con periodistas, con el
clero católico…Y pocas horas antes de regresar a Roma, el Papa quiso prevenir a
los católicos de varias tentaciones: contra la envidia, la murmuración, el
individualismo entre otros… y mencionó otra con un nombre adecuado al lugar
donde se encontraba, medio en broma y medio en serio, la tentación del
faraonismo.
Recordemos que la
Sagrada Escritura nos relata que el Faraón se resistía a la petición de Moisés.
Éste le pedía que dejara salir al pueblo judío de Egipto para que fuera a hacer
un sacrificio a Dios. Ante su negativa, varias plagas cayeron sobre Egipto. Pero
ni por eso cedía. El Faraón tenía endurecido su corazón y, no sólo no permitía
lo pedido por Moisés, sino que lo castigaba cada vez más.
Dice el Papa que el
“faraonismo” es la tentación de sentirse por encima de los demás y de
someterlos por vanagloria, de tener la presunción de dejarse servir en lugar de
servir.
Es una tentación
común que aparece desde el comienzo del cristianismo entre los discípulos, los
cuales —dice el Evangelio— «por el camino habían discutido quién era el más
importante» (Mc 9,34). Pero el antídoto a este veneno nos lo dice Jesús: «Quien
quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos» (Mc
9,35).”
2) Para pensar
Georges Clemenceau
fue un médico, periodista y político francés que alcanzó el cargo de primer
ministro y jefe de gobierno durante el régimen de la Tercera República Francesa
a principios del siglo XX. Siendo el presidente del Consejo de Ministros tenía
a un ministro ambicioso y petulante que deseaba a toda costa ascender en la
política.
Sucedió que
falleció otro ministro de un importante cargo deseable por muchos. El ministro
ambicioso de inmediato le escribió el mismo día de su muerte una carta donde le
decía a Clemenceau: “No preciso decirle, señor presidente, que una vez
desaparecido mi compañero, creo que soy yo el más indicado para ocupar su
puesto”.
Clemenceau le
respondió con otra carta donde le decía: “Estoy de acuerdo con usted, y eso
será muy fácil. Sólo tiene que ponerse de acuerdo con el servicio del funeral,
para que usted ocupe el lugar del fallecido”.
3) Para vivir
La soberbia
endurece y cierra el corazón hacia Dios y hacia el prójimo, nos ciega para
comprender las necesidades ajenas. Es la tentación del individualismo. El Papa
recordó el conocido dicho: «Después de mí, el diluvio». Y comentó: “Es la
tentación de los egoístas que por el camino pierden la meta y, en vez de pensar
en los demás, piensan sólo en sí mismos, sin experimentar ningún tipo de
vergüenza, más bien al contrario, se justifican… El individualista es motivo de
escándalo y de conflicto”.
¿Qué hacer frente a
esas tentaciones que a todos nos acechan? El Papa responde que “no es fácil,
pero es posible si estamos injertados en Jesús: «Permaneced en mí, y yo en
vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la
vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí» (Jn 15,4). Cuanto más
enraizados estemos en Cristo, más vivos y fecundos seremos”.
José Martínez Colín es
sacerdote, Ingeniero (UNAM) y Doctor en Filosofía (Universidad de Navarra)