EL SUEÑO DE UN SUEÑO
Para
que un cuento sea un cuento, generalmente debe decir: “Había una vez.........”.
Como
no sé muy bien dónde ubicar la expresión
“Había una vez”, lo voy a poner al comienzo de manera que usted sepa que
está leyendo un cuento.
No
es un cuento de animales, de castillos con reyes y brujas, de fantasmas o de
niños magos.
Es
un cuento de sueños.
Había
una vez un sueño que vivía en su mundo de colores y de nubes.
Todos
los días salía a transitar por los caminos azules del cielo para que alguien lo
atrapara.
Los
sueños andan por allí hasta que alguien, cazándolos, se apodera de alguno de
ellos.
Muchas
veces nadie se da cuenta que él anda por allí, recorriendo el cielo, porque los
sueños no hacen sombra como las cosas ni impiden ver al sol como lo hacen las
nubes.
Para
poder ver a los sueños se necesita tener los ojos del corazón
muy abiertos y despiertos.
Este
sueño había visto cazar a otros sueños, pero, a él, siempre, invariablemente
siempre, lo dejaban pasar.
Para
poderlo cazar se requería de un corazón muy grande dispuesto a la solidaridad y la sensibilidad.
Para
poderlo cazar se requería de unas manos grandes como para tenderse a los demás
y dispuestas a la entrega y el compromiso.
Por
ello era que él no era uno de los sueños más requeridos, en cuanto a caza se
refiere.
Cansado
de caminar sin la suerte de que alguien se apoderase de él decidió tomarse un
descanso.
Acomodó
unas nubes y se puso a dormir y, durmiendo, se puso a soñar.
Soñaba
con cosas que no eran reales, que nunca habían sucedido y, esperaba, nunca
sucedieran. En los sueños se sueñan cosas muy extrañas ya que son una mezcla de
fantasías con realidad.
Soñaba
que en un remoto país, llamado Siria, llovía. Pero no la lluvia que todos
esperaban sino que llovían bombas y disparos que aumentaban la miseria, el
hambre y la muerte.
Soñaba
que, en un no muy lejano país, las manifestaciones populares eran violentamente
reprimidas y causaban la muerte de mucha gente.
Intentó
acomodarse para cambiar de sueño pero, una vez acomodado, continuó soñando en
esa misma dirección.
Veía
rostros de niños con hambre, llorando o lavando parabrisas en los semáforos.
Veía
rostros de niños que crecían sin que sus mayores se preocupasen porque dejaban
la escuela para dedicarse a consumir o a robar.
Soñaba
con patotas de jóvenes que, en algún lugar de alguna cuadra, se dedicaban al
vino o a la droga.
Soñaba
con padres que golpeaban a sus hijos como forma de desahogar sus frustraciones
o desesperanzas.
Entonces,
el sueño, despertó de su sueño.
Descubrió
que lo suyo no había sido un sueño sino una pesadilla y, por ello, estaba
transpirado, preocupado y cansado.
Parecía
como que lo que había soñado era realidad por más que sabía había sido,
únicamente, un sueño.
¿Será
esto, se dijo, lo que le sucedería a los hombres si yo dejase de recorrer los
caminos del cielo?
¿Será
eso, se preguntó, lo que le sucedería a la humanidad si yo los abandono cansado
de esperar que me atrapen?
Mientras
se preguntaba esto y se acomodaba para volver a ponerse a caminar miró hacia la
tierra y........... algo llamó su atención.
Algunas
personas preparaban su corazón para celebrar, verdaderamente, la solidaridad
Jesús
habría de nacer en el corazón de cada uno de ellos.
Desde
esos corazones la paz sería posible.
En
esos corazones la paz habría sido cazada y podría ser realidad.
Padre Martin Ponce de
Leon. S.D.B