MAMÁ,
FELIZ DÍA
Tu vida cambió cuando la
maternidad irrumpió en tu vida.
Desde ese día toda tu
ternura, delicadeza y dulzura de mujer estuvieron al servicio de tu maternidad.
Aún hoy, cuando algunos de
tus hijos ya han comenzado a valerse por sí mismos, tú continúas poniendo todo
lo tuyo a su servicio.
Para ellos no sabes de
horarios.
Por ellos no sabes de días
libres o de licencias.
Siempre estás un paso más
delante de sus necesidades o expectativas para poder atender sus momentos.
No te importa trasnochar
realizando algo que ellos te han solicitado o, sabes, esperan de vos.
Entre los horarios de tus
obligaciones siempre las obligaciones de ellos ocupan tu primer lugar.
Corres de prisa con tal de
poder cumplir y, parecería, el tiempo se acomoda a tus tiempos y puedas estar
en todos lados.
En oportunidades,
parecería, has realizado algún pacto con la naturaleza y cuando necesitas de la
ropa seca, una suave brisa se une a tus deseos y el tendedero se vuelve de
prendas para retirar.
Cuando debes cocinar de
prisa, no se sabe cómo lo haces, el almacén se encuentra sin clientes para que
no pierdas tiempo con las compras.
Cuando algunos de tus hijos
requiere de tu presencia cercana siempre puedes lograr encontrar esos tiempos
que lo hacen posible.
Ama de casa, enfermera,
maestra, costurera, constructora y decoradora.
Todos los oficios se dan en
vos cuando algo de ellos así te lo reclaman.
Pero, por sobre todas las
cosas, eres amiga y cómplice.
Siempre encuentras el
tiempo suficiente para escuchar a tus hijos, pero también, para escuchar a tus
amistades o compañeras de trabajo.
Escuchas que te dejan en
sabor agridulce del no poder ayudar, el sabor delicioso de poder brindar una
opinión que ayude o el sabor reconfortante de un consejo pleno de sentido
común.
Tu actividad incesante
podría hacerte ver como un ser agobiado por la responsabilidad pero nada está
más lejos de vos que el agobio.
Tu cálida sonrisa te
acompaña constantemente dándole un brillo especial a tu rostro.
Parecería que la actividad
hace te brotar esa sonrisa cálida que no es otra cosa que tu realizarte
brindándote.
Te sabes útil y por ello
sonríes.
Sabes hay seres que te
necesitan y por ello sonríes.
Sabes hay personas que te
quieren y por ello sonríes.
Sabes darte y por ello sonríes.
Te cuidas para ser más útil
y ello hace valiosa tu entrega.
Te cultivas para que nadie
salga defraudado de haber acudido a vos.
No eres un ser extraño sino
alguien muy con los pies sobre la tierra.
Sabes Dios te ha bendecido
con la maternidad y disfrutas de tal bendición.
Sabes que tienes una tarea
que trasciende tus capacidades y por ello aprendes de todas tus vivencias.
Sin duda te lo mereces.
Sin duda te lo has ganado.
Mamá, FELIZ DÍA, y Dios te
continúe bendiciendo para que continúes siendo tan útil como hasta hoy.
Padre Martin Ponce de Leon S.D.B