El embrión humano como
viviente
P. Fernando Pascual
13-5-2017
Entre las interpretaciones
sobre el ser humano, hay dos que parecen antagónicas. La primera exalta la
dimensión cultural hasta considerarla como contrapuesta a la biología. La
segunda se fija en la dimensión biológica hasta el punto de minusvalorar los
aspectos culturales.
Basta con pensar en un debate
sobre la dignidad del embrión humano. Uno dice que un embrión no tiene valor
mientras no sea aceptado, es decir, mientras la visión cultural de los adultos,
sobre todo de la madre, no lo perciban como hijo, como alguien digno, como
merecedor de respeto.
Otro afirma que precisamente
por ser vida ya es parte de la especie humana y, por lo tanto, su existencia es
el origen de sus derechos, simplemente porque su condición biológica lo
convierte en diferente respecto de su madre, aunque dependa radicalmente de
ella.
Entre ambas visiones pueden
encontrarse matices y posturas intermedias o cercanas a la una o a la otra. Más
allá de las diferencias, existe un dato básico que merece ser tenido en cuenta:
cada embrión humano es una nueva existencia y, por lo mismo, suscita
aceptaciones o rechazos, afecto o desinterés.
Podríamos aplicar lo dicho
sobre el embrión humano respecto de otras situaciones. ¿Es digno un ser humano
que tiene graves deficiencias mentales, o físicas, o psicológicas? ¿La cultura
promueve una igual aceptación de todos o establece diferencias de forma que los
derechos varían según las visiones ideológicas de cada pueblo?
Es fácil reconocer que las
propuestas que exaltan la cultura y que someten el reconocimiento de la
dignidad de los seres humanos a lo que determine cada época o cada pueblo
incurrirán seguramente en injusticias, precisamente porque clasifican a los
individuos según parámetros de calidad adoptados por los grupos como fuente del
derecho.
En cambio, una visión
biológica que arranque del reconocimiento de la vida humana en el embrión y en
las siguientes etapas biológicas como fuente de la propia dignidad, está más
disponible a aceptar y defender la dignidad de todos, sean grandes o pequeños,
ricos o pobres, inteligentes o con menos coeficiente intelectual.
El debate que en muchos
lugares existe sobre la dignidad de los embriones se explica desde la
existencia de posiciones tan diferentes, y exige ir más a fondo. ¿Por qué
motivo un ser humano tiene dignidad? ¿En qué radica su valor? ¿Cómo aplicar las
preguntas anteriores a cada etapa de la vida de un individuo, desde su
concepción hasta los momentos más cercanos a su muerte?