FACIL
POSTURA
Todas las mañanas
participábamos de una instancia de oración.
Llamaba mi atención la
oración de unas personas ya que parecía haberse puesto de acuerdo.
Siempre, una de ellas,
rezaba por “la conversión de………..”
Tal hecho despertaba mi
incomodidad ya que siempre me ha molestado tal cosa.
¿Cómo poder rezar por la
conversión de los demás?
¿Quién es uno para
solicitar la conversión de otros?
Durante todo el tiempo que
duró dicha instancia esperé una oración que nunca llegó.
¡Qué suerte la de ellos que
pueden rezar por la conversión de otros!
Debo reconocer yo solamente
puedo rezar pidiéndole a Dios por mi conversión.
No puedo estar seguro de
estar en lo correcto y, por lo tanto, no estar necesitado de conversión.
No cuento con elementos que
me hagan saber que son los demás los que necesitan convertirse antes que yo.
El hecho de cumplir con
determinadas prácticas no es garantía de nada.
El hecho de practicar
determinados ritos no me otorga ninguna certeza.
Miro mi vida y………. vaya si
tendré necesidad de convertirme.
Solamente cuando logre ser
plenamente coherente con lo que creo podré saber no necesito convertirme,
mientras tanto………
¿Cómo no tener necesidad de
convertirme?
Estoy lejos, muy lejos, de
poder saber que, con mi vida, comparto a Jesús con los demás.
Estoy lejos, muy lejos, de
poder vivir plenamente mi realidad de cristiano.
Con mi vida, tal vez, no
logro entusiasmar a nadie a vivir conforme Jesús.
No logro mostrar que vale
la pena dar la vida por los demás.
No logro testimoniar que
dándose uno es plenamente feliz realizándose como persona.
El cristiano no está
llamado a imponer a Jesús a los demás sino a mostrar, desde la vida, que vale
la pena intentarlo.
El cristiano no es dueño de
certezas sino de la necesidad constante de búsquedas.
Buscar a Jesús en la vida
cotidiana.
Buscar a Jesús en el rostro
de los demás y, especialmente, en el de los más necesitados.
Buscar la voluntad de Dios
en los acontecimientos del hoy y dejarse cuestionar por ellos.
Dios no pide una respuesta
única ni nos llama desde un único lugar.
Debemos aprender a respetar
los procesos de los demás aunque estos transiten por sendas diversas a las
nuestras.
¿Qué es más importante,
hablar de Jesús o vivirlo?
La respuesta es tan obvia
que no merece la formulemos pero, pese a ello, muchas veces consideramos que
todos deberían vivir lo mismo que nosotros.
Por ello es que pedimos los
demás se conviertan.
¿Qué es necesario, tener
prácticas de creyentes o vivir como creyentes?
Desde el momento que
pedimos por la conversión de alguien (que no sea nosotros mismos) ya estamos
teniendo una actitud que no es cristiana ya que estamos juzgando que ese
alguien está equivocado y necesita cambiar y una de las realidades propuestas
por Jesús es no juzgar a nadie.
Jesús, que no proponía
ninguna religión sino un estilo de vida, no obligaba a que viviesen según su
propuesta. Respetaba las opciones de los demás siempre que fuesen coherentes
con su opción.
No somos mejores que Jesús
por ello es que nuestra oración de conversión debe comenzar por nosotros
mismos.
Pedir la conversión de los
demás es asumir una fácil postura de vida.
Padre
Martin Ponce de Leon S.D.B