Sobre lo verdadero y lo falso
P. Fernando Pascual
27-5-2017
Dos polos antitéticos: lo
verdadero y lo falso. Dos polos que se excluyen mutuamente: si algo es
verdadero no es falso, si algo es falso no es verdadero.
Hablar de verdad implica
pensar en la falsedad. La mente humana está configurada así: abierta a
comprender polos contrarios entre sí.
En medio de esta distinción,
la mente y el corazón desean alcanzar lo verdadero y evitar lo falso. Porque lo
primero permite escoger mejor, evitar engaños, construir muros de amistad.
En cambio, lo segundo, lo
falso, provoca daños, hiere relaciones humanas, confunde en las decisiones,
genera desconfianzas.
La voluntad desea huir de las
falsedades y avanzar hacia verdades seguras e iluminadoras. La mente trabaja
continuamente por rechazar lo engañoso y por establecerse en lo correcto y
seguro.
A pesar de corrientes
ideológicas que han construido sistemas desde la mentira y el engaño, los
individuos y las sociedades han mantenido vivo el deseo de acercarse a la verdad,
cueste lo que cueste.
En ese sentido, ejemplos como
los de Sócrates, un pensador atrevido e inconformista, y los miles de mártires,
testigos de la verdad, estimula y anima a seguir en la lucha por dejar mentiras
y por adherirse a las realidades.
El mismo deseo religioso que
anida en tantos seres humanos confirma la existencia de ese deseo de la verdad.
Porque solo una religión construida sobre la verdad plena garantiza y abre
espacios al anhelo de alcanzar una salvación completa.
Cristo, en ese sentido, se
presenta no solo como una verdad, sino como la Verdad completa. Vence
tinieblas, destruye mentiras, denuncia hipocresías, impulsa a la vida santa.
“Si os mantenéis en mi
Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la verdad y la
verdad os hará libres” (Jn 8,31‑32).
Solo hay plena libertad y bien
auténtico cuando alcanzamos firmeza en verdades que nos conducen al encuentro
completo con Dios y al amor auténtico hacia los hermanos.