Representación
de la Santísima Trinidad
Padre
Pedrojosé Ynaraja
No es hora hoy y lugar este, de
referirme al Misterio y Gran Riqueza de la Fe cristiana, pero tampoco puedo
dejar de mencionar que la vida humana está llena de misterios. Les molesta a
algunos los dogmas cristianos. Su contenido repleto de misterio, pero esta
peculiaridad no les inquieta en otros terrenos. Desde el amor espiritual,
enamoramiento y amistad, hasta las referencias que nos proporciona la ciencia
física, microscópica, visual y astrofísica. Fotón, electrón, agujero negro,
antimateria, etc. por citar algunos ejemplos. No sabemos exactamente qué es un
fotón, pero dejaba su rastro en la película de las antiguas cámaras
fotográficas y en la CCD de las digitales de hoy. Tratamos de imaginarlos,
difícil existencia sin masa, que están seguros los científicos que no la
tienen, etc., etc. pero, aun así, queremos imaginarlos sensiblemente. Algo
semejante ocurre con el electrón, del que nadie duda, pero imposible saber cómo
es su existencia.
REALIZACIONES
PLÁSTICAS
Algo semejante podría decirse de la
Santísima Trinidad y el reportaje de hoy es una ínfima muestra de las realizaciones
plásticas que han hecho del Misterio, diferentes artistas y artesanos de las
diversas Iglesias y comunidades cristianas. El hombre fiel, precisa de algo
asequibles a su mentalidad. Sus formas, colores y volúmenes, son reflejo de la
cultura en la están sumergidas. Ignorar estas nociones lleva a algunos a
deducir conceptos muy ajenos a lo que quería plasmar el autor.
Adelanto ya desde el principio, que no
nos debe extrañar que, al observar algunos iconos (muestra de ellos son los que
aquí se ofrecen) deduzcan algunos que el cristianismo es una religión
politeísta. Mahoma observó en sus andares iniciales, los múltiples ídolos que
atesoraban y adoraban muchos jeques beduinos del desierto, quiso, pues, que la
fe que él iniciaba y propagaba, estuviera totalmente exenta de tal error. El
estricto monoteísmo musulmán, deísta y radical adorador, se deduce de la tal
experiencia. Ahora bien, no todas las mentalidades son idénticas. El hombre
precisa un lenguaje de expresión y unos signos de comunicación. Llámese idiomas,
hablados y escritos, o iconos significativos, sean logotipos o vulgares
emoticones de comunicación, SMS o Wasap.
NINGÚN
POLITEÍSMO
El cristiano contempla devoto estas
pinturas y no deduce de ellas ningún politeísmo. Las observa desde sus
principios estéticos, recibidos de la cultura a la que pertenece, los suyos
propios y los del autor. Si uno menciona “icono de la Trinidad”, de inmediato,
entre “gente de misa” o de cierta cultura estética occidental, piensa en la
pintura que hizo el ruso Andrei Rublev.
Ciertamente es una obra maestra no solo del arte bizantino, sino de cualquier
estilo y tiempo. Ahora bien, la pintura de 1411, no es para ser gozada
estéticamente, precisa contemplación, imbuido uno de conocimientos propios de
la sociedad donde se ejecutó, pues la obra es un compendio de teología. No me
atrevo a expresarme de acuerdo con mis escasos conocimientos sobre el tema,
prefiero recurrir a los del Lic. Jorge Fazzari, que
copio textualmente, según encuentro en internet:
“En primer lugar podemos ver la escena
en general, tenemos Tres Personas sentadas en torno a una mesa con una copa en
medio. La Persona central resalta –además de su posición – por el intenso rojo
de su túnica que contrasta fuertemente con el azul del manto (rojo: verdadero
hombre; azul: verdadero Dios): es el Hijo de Dios. Viene de un largo camino,
por eso el cuello de su túnica está ligeramente descolocado, una estola dorada
cae sobre su hombro derecho. Está mirando hacia su derecha, hacia Dios Padre
que está vestido con una túnica azul casi totalmente cubierta por un manto
semitransparente. Está como recibiendo al recién llegado, su postura es de
reposo. A la derecha tenemos al Espíritu Santo, cruzado por el bastón que
sostiene con la mano izquierda. La mano derecha casi parece apoyarse en la mesa
para levantarse. La túnica es azul, como en el caso de las otras dos Personas,
pero el manto es de un verde igual al del suelo sobre el que se apoyan los
bancos en que están sentados los Tres. El azul de las túnicas representa la divinidad
de las Tres Personas, iguales y distintas a la vez. En el Padre, el azul casi
no se ve, pues “a Dios nadie le ha visto jamás” (Jn
1, 18); y el azul está cubierto por un manto que tiene una multitud de colores:
dorado, plateado, azul, rojo, ocre, amarillo, tintes nacarados: es como un arco
iris, lo cual evoca que el Padre “es la fuente y el origen de toda la
divinidad” (CCE 245). En el Hijo, el azul se combina con el púrpura y muestra
el misterio de su amor hasta la muerte. En el Espíritu Santo, el azul se
combina con el verde (color que también tiene el suelo, a sus pies): es el
“Señor y vivificante” que da vida a toda la creación. Además, en el Espíritu,
el azul –que es la divinidad – se acerca al suelo, derramándose sobre la
creación como una cascada. El Hijo tiene su cabeza vuelta hacia el Padre, que
es quien lo engendró; el Espíritu Santo tiene su cabeza vuelta hacia el Hijo y
el Padre, pues procede del Padre y del Hijo. El Padre tiene la cabeza erguida,
el Hijo algo inclinada, y el Espíritu Santo un poco más inclinada aún,
indicando estas mismas relaciones de origen. Las Tres Personas tienen un rostro
muy semejante, para representar su igualdad y su co-eternidad.
Pues –por un lado, como proclamamos en el Credo– es verdad que el Padre
engendra el Hijo, pero –por otro lado– también es verdad 3 que nunca hubo “un
momento” cuando el Padre estuviera sin el Hijo, porque en la eternidad no hay
momentos. Como decía San Juan de la Cruz: “el Padre le da siempre su sustancia,
y el Hijo desde siempre la tenía” (“Romance sobre la Trinidad”). Otro elemento
que muestra la igualdad de las Tres Personas Divinas, es el hecho de –si unimos
con líneas los dos extremos de la mesa, con la cabeza de la Persona del Hijo,
que está en el centro- obtenemos un triángulo equilátero. Al mismo tiempo,
contemplamos la comunión de las Personas, en el siguiente elemento: si quitamos
los espacios que las separan, veremos que los perfiles de las Tres Personas
quedan fusionados. Por otra parte, el rostro del Espíritu Santo se dirige –con
mirada atenta– al rectángulo que está en el frente de la mesa: el rectángulo
representa al mundo (que tiene cuatro puntos cardinales, cuatro estaciones y
–según el pensamiento antiguo – cuatro elementos: agua, fuego, tierra y aire:
el cuatro es el símbolo del mundo, como el tres es el símbolo de Dios). Las
Personas muestran figuras esbeltas: el cuerpo es catorce veces el tamaño de la
cabeza, en lugar de siete veces (que es la dimensión normal). Este es el
momento final, porque no se trata de un icono para ver como espectador, sino
para contemplar y vivir como cristiano, si hemos reposado en la vida trinitaria
de Dios ahora él quiere reposarse también en nuestra propia vida”.
OTROS
EJEMPLOS
Cruzo a otra orilla. La cita ha sido
larga, pero se lo merecía la obra. La Iglesia copta de triste y gloriosa
heroica actualidad, posee el curioso conjunto de “los tres abuelos”. Me llegó
el ejemplar que he fotografiado y debía prestarlo de inmediato para una
exposición. Ignoraba totalmente este icono y para satisfacer al comisario de la
muestra, le dimos el título de “los tres Reyes Magos”. Lamentable y craso
error. Debo advertir que este conjunto lo consideran herético, ya que no hace
diferenciación entre las tres Divinas Personas. Análisis certero, desde
criterios escolásticos. Advierto que el de la Iglesia Etiópica o Abisinia, es
idéntico. No lo incluyo para evitar duplicidades. El de la cabeza trifacial se considera aberrante, y de ello estoy
totalmente de acuerdo.
Ofrezco dos versiones preciosas, un
tanto naifs, de la “Chapelle de la Trinité” en el Pirineo Oriental francés. Una de ellas leo
que fue tallada hacia el año 1698 y ha sido recientemente restaurada. Esta
iglesia es un encanto, digo y repito con frecuencia. Y la visito y siempre
salgo satisfecho. El retablo central de la Cartuja de Miraflores, en Burgos,
tiene como tema central el de la Santísima Trinidad. Tal vez la gran cantidad
de imágenes evangélicas que lo forman, tan propio de estos retablos góticos,
oculten, o más bien desfiguren, el mensaje central. El Padre-Eterno al lado
izquierdo, cubierto de una tiara, solemne y anciano. Al lado derecho el joven
imberbe Espíritu Santo. En el centro con solemnidad, Dios-Hijo, Jesucristo en
la cruz. Es obra de Gil de Siloé, por allá los años
1496-99. No creo que exista una representación de la Trinidad de mayor tamaño,
ni más bella.
La representación de la Santísima Trinidad, sin duda la de más gracia, es la de la pintura en Urschalling en la Alta Baviera (Alemania). Nunca he estado en este lugar. La imagen la copio de internet. La apariencia de este Espíritu Santo, sería fiel al vocablo hebreo ruaj, de género femenino. (Aunque se salga un poco del tema, quiero advertir que si el icono ruso y el fresco alemán, están enmarcados en el lugar santo de Mambré, situado a unos 4km del centro histórico de Hebrón, que he visitado varias veces, sin darle el significado trinitario, aparece el mismo lugar, en preciosos tonos suaves, en un mosaico de San Vitale de Ravena y en una pintura de M. Chagall, depositada en el Museo del Mensaje Bíblico, en Niza. Ambas obras me encantan y no me incomoda visitarlas siempre que puedo).