ENGAGEMENT
Padre
Pedrojosé Ynaraja
Recuerdo muchas veces esta palabra
que, pese a ser francesa, se utilizó en el lenguaje común de la juventud progre
de hace años.
Mencionaré dos anécdotas. El término
era muy propio nuestro. En aquel tiempo, existiendo el continente europeo, no
pertenecíamos, ni soñábamos pertenecer, a una unión política común. Existía,
fruto tal vez del desastre que supuso la Segunda Guerra Mundial, que se vivía
como guerra entre pueblos hermanos, ansias grandes de comunión, de desagravio,
de empeño en mejorar el sentido de hermandad que debía existir entre
comunidades de una misma familia histórica. Algo de esto hubo en la juventud
que por aquel tiempo empezó a aproximarse a la comunidad ecuménica y monacal de
Taizé y fue la promotora de la “basílica de la
reconciliación”. Me decía Fr Robert, que en el primer proyecto de los monjes,
no se pensaba en edificio alguno. Habían sido jóvenes alemanes los que,
vendiendo botellas vacías de champagne, habían aportado dinero para levantarla.
Debía ser útil, sin ostentación. Las ruinas próximas de Cluny proclamaban la
inutilidad de los grandes y costosos edificios. Dinámica del provisional sí,
pero comprometida en comunidad de plegaria.
Estábamos muy imbuidos del concepto
que para nosotros tenía la palabra engagement y una
chica llegada de los EEUU, nos preguntaba el significado y al traducírselo como
compromiso, no había manera de que la aceptara. Hacer una cosa por compromiso,
nos decía ella, no era sincero y noble. Nos costó mucho que lo entendiera. O
tal vez ni ahora lo entiende. Para nosotros el engagement
cristiano era fundamental en la vida.
Segundo ejemplo. Aceptando que era un
deber para con la patria el servicio militar obligatorio, la adhesión cristiana
a la Iglesia, exigía por lo menos una prestación paralela. Aparecieron los
hermanamientos entre grupos de la vieja Europa y comunidades incipientes,
jóvenes que eran, pobres y desprotegidas de medios técnicos, del continente
africano o Latinoamérica. Surgieron proyectos muy bonitos. Se trataba de un compromiso
estricto y radical durante un tiempo. Ir al Caribe si era preciso, tal vez
pasando por Moscú, si resultaba más barato (histórico). Aunque se perdieran
días de servicio. Prepararse a arriesgar la aventura de la vida, en servicio
solidario, para siempre. Desconozco los resultados, pero la actitud era
sorprendente y generosa.
Decía que iba a contar dos anécdotas y
tal vez no sea exacto. Voy a añadir un romántico testimonio, que no deja de
tener un lance tal. Una chica estaba enamorada de un chico al que le llegó el
tiempo de tener que ir al servicio militar. Tal servicio obligatorio, era
temporal, evidentemente. Ella, comprometida en la Iglesia, se sentía obligada a
un servicio cristiano circunstancial, también y radical. Debía ir Tierra Santa,
lugar emblemático, pasar idéntico tiempo que su novio, trabajando y sirviendo a
los pobres en una ocupación humilde. Y lo hizo. No sé cómo acabó el proyecto,
la perdí de vista. Mi amistad la había ayudado a descubrir horizontes, pero
aspiraba, seguramente, a codearse con gente más vinculada a posturas radicales
e importantes.
Otro ejemplo es el de los que
estábamos enrolados en el escultismo. A la promesa scout se le daba una gran
importancia. Antes de pronunciarla pedía la bendición del consiliario y al
proclamar su compromiso, anteponía “con la Gracia de Dios”. Una exigencia tal
que, a partir de entonces, cuando decía: te doy palabra de scout, podía uno
estar seguro de que cumpliría. La promesa de aquellos tiempos la recordamos
muchos como un momento importantísimo de nuestra vida. Anecdóticamente diré que
me lo han confesado más tarde empresarios, profesores y hasta algún obispo.
Hoy ha cambiado. Se impone el escoger
en cada momento lo que uno ve es oportuno y le atrae, sin pensar en
consecuencias. Busca “servicio a la carta”. Reconoce que, según su punto de
vista, uno no puede comprometerse para toda la vida. Las circunstancias
cambian, la vida misma evoluciona, el entorno también. Uno no sabe que
apreciará más tarde.
Se aplica tales criterios para huir de
exigencias al enrolarse en un movimiento, para no creer, ni esperar que el
matrimonio que se inicia el día de la boda, deba implicar toda la vida. Amor
sincero sí, compromiso para siempre, no.
Mi mirada, la opinión que tengo de la
actualidad, es pesimista en parte, hay otro sector que no piensa así. Otro día hablaré de él.