LA TUMBA DEL QUIJOTE
Durante
unos días en que me encontré invadido por una gripe intrusa.
No
pidió permiso ni avisó que habría de ingresar.
Entre
humedades y clima desagradable, se instaló en mí.
No
me encontraba con muchas ganas pero no me agrada andar incomodando para ser
suplido.
Cada
momento libre lo aprovechaba para tirarme en la cama y descabezar un sueño.
En
una de esas noches, cansado de tanto dormir, y esperando el nuevo sueño me puse
a pensar en el tiempo que he dejado de buscar la tumba del Quijote.
Sé
que para buscarla no hay que realizar grandes traslados sino que hay que dejar
volar la imaginación.
La
ubicación de tal tumba está donde se encuentran los sueños.
La
ubicación de tal tumba está entre la utopía y lo ideal.
El
tango dice que hay que ponerse un medio melón en la cabeza y dos banderitas de
taxi libre en las manos.
Cervantes
dice que hay que andar protegido utilizando
una bacinilla por sombrero.
Jesús
utilizó una corona de espinas como manifestación de amor entregado.
Sea
como sea se requiere ser original para animarse a salir a buscar la tumba del
Quijote.
Es
animarse a transitar por la vida sin que muchos entiendan nuestros pasos.
Es
animarse a no dejarse llevar por el qué dirán sino dejarse conducir por la
búsqueda de la coherencia.
Es
intentar ser uno mismo y no uno más.
Tal
vez por ello no sea tan sencillo ponerse en camino como para buscar tal tumba.
Es
evidente que no hay que buscar donde se encuentran todos los muertos.
No
se requiere recorrer cementerios para intentar ubicarla.
La
tumba del Quijote debe de estar entre los vivos.
En
algún lugar particularmente especial.
Quizás
uno, al lograr ubicarla, se encuentre con la fascinante sorpresa de encontrar
seres como Leonardo, Martín Luther King, Teresa de Calcuta, Francisco de Asis, Gandhi y algunos otros soñadores.
Porque
los soñadores tienen la extraña virtud de encontrarse y juntarse.
Sin
duda son seres que van a contramano del común de la gente de su historia.
Son
seres normales que miran mucho más allá de lo puntual.
Son
seres normales que no se limitan a lo posible sino que otean más allá del
horizonte.
Viven
concretamente el hoy pero mirando y construyendo el pasado mañana.
Son
esos seres que no temen llenar su mente de libertad y destrozar estructuras en
su mente y en su corazón.
Todos
necesitamos salir a la búsqueda de la tumba del Quijote puesto que todos
necesitamos ser un poco soñadores para vivir en plenitud.
La
vida no es para los mediocres que se limitan a quedar de brazos cruzados.
La
vida es para los soñadores que saben jugarse por alguna causa.
Alguna
causa donde, generalmente, no son ellos el fin ni la
razón.
Los
soñadores no viven para ellos mismos sino por la construcción de ese sueño que,
un día, ganó su ser.
Los
soñadores no se ocupan de lo que puedan decir sino de lo que, sencillamente,
puedan realizar.
Nunca
tienen apuro puesto que saben que, lo de ellos, es el comenzar a despuntar su
sueño que otro habrá de prolongar.
Hacía
mucho no pensaba en el Quijote y su tumba y, tal vez, la fiebre lo trajo hasta
mí.
Padre Martin Ponce de Leon SDB