“Nazareth village”

 

Padre Pedrojosé Ynaraja

 

Periodistas hay, reporteros más bien, que una vez agrupadas algunas fotografías que han sacado, de acuerdo con las imágenes, redactan el texto. Es evidente que no ha sido nunca este mi modo de proceder. Ahora bien en cinco discos duros de gran capacidad, amén de muchos DVDs, pendrives y otras hierbas, tengo miles de fotografías que debería haber guardado clasificadas y no lo he hecho. Busco unas y encuentro otras. Tal es lo que me ha ocurrido esta semana. No sabía dónde estaba y hoy lo he encontrado.

 

En Nazaret, promovido para aquel que no desea poner todo su exclusivo énfasis en los lugares que atiende la Custodia Franciscana, por iniciativa del ayuntamiento de la localidad, se ofrece al viajero, el llamado “Nazareth village”, una gran parcela cerrada, donde se contempla con acierto y en vivo, cómo sería la vida diaria en la población, durante los tiempos bíblicos.

 

INSPIRACIÓN DIVINA

 

He dicho muchas veces que la Biblia, sin ninguna duda, es un conjunto de escritos de inspiración divina. Ahora bien, no se trata de un dictado divino, para transcripción taquigráfica. Diríamos más bien, que Dios sugirió a los autores unos contenidos, que ellos redactaron según su estilo personal y de acuerdo con el entorno y su actualidad.

 

No podemos conocer en su totalidad el lenguaje, más bien el mensaje, ni juzgar con acierto los hechos narrados, si desconocemos su geografía, las costumbres, los materiales de los que disponían, las técnicas de manejo, artesanas sin duda, el clima etc. etc. Muchas realidades: árboles, cultivos y aperos,  están estrechamente vinculadas a los usos y costumbres generales de la cuenca  mediterránea.

 

UNOS 500 HABITANTES.

 

El Nazaret de tiempos de Jesús, contaría con algo menos de 500 habitantes. Esta es la cifra que le otorga el P. Bagati, ilustre arqueólogo franciscano, el que mejor ha estudiado la población antigua y dirigido las excavaciones que dieron como resultado el descubrimiento de pruebas de veracidad de la casa de Santa María y de otros testimonios con ella relacionados. Del  trazado de alguna que otra calle y de hábitats  vecinales.

 

Los arqueólogos descubren, desentierran y comprueban, pero a las piedras les falta vida, no tienen sonoridad, ni movimiento. La iniciativa de la que hoy escribo complementa bastante bien estos hallazgos.

 

FOTOS

 

La foto segunda es de una chiquilla beduina que vi por el camino del Éxodo. Me sugiere el rostro de Santa María al levantarse de mañana en Séforis, tal como la vería su madre Ana.

 

Las otras fotos, excepto la de las ovejas, corresponden todas ellas a la realización de la que vengo hablando. Una será la entrada de la mansión de un artesano de la madera, con ciertos chismes que no le caben su interior, útiles para el ejercicio de su oficio. Experto sería José en la utilización de techumbres de vigas de madera, como la de esta reproducción de la sinagoga de Nazaret.

 

Ya dije que Galilea era una comarca agrícola. El cultivo exigía la utilización del arado. El artilugio era de madera en su conjunto, de hierro la reja que debía roturar la tierra. Hasta hace muy poco, entre nosotros, se continuaba utilizado tal arado para campos de poca extensión. He visto muchos y he visto también la labor que cumplía con ellos el pequeño labrador. Quien quiera hacerse uno y saber cómo es tirado por una yunta de yeguas, viendo las fotografías le será suficiente para ponerlo en práctica.

 

No podían faltar en la mansión algunos animales. Los de labranza, yeguas, los de tiro, el  borriquito para ligero trasporte, los de alimentación, ovejas. Todos ellos precisaban cercados con sus correspondientes empalizadas,  puertas y comederos. Responder  a estas necesidades sería la ocupación de José y la que aprendió Jesús.

 

No vivían enquistados en su hogar. Trataban con los vecinos que conocían sus quehaceres y los parentescos que con ellos tenían algunos. Nos lo da a entender el mismo texto evangélico.

 

JESÚS APRENDE

 

No les sobraría tiempo, pero tal vez para complementar lo que con su oficio ganaban en la  pequeña población, marcharía el mismo Jesús a la cercana Séforis, 5 o 6 kms, cuna de su madre y que en aquellos tiempos estaba renovándose urbanísticamente, con la elegancia helenística que aun hoy puede observarse viendo el trazado del cardo y la belleza de sus mosaicos. Hasta allí se desplazaría y trabajaría, aprovechándose también para aumentar su instrucción en ciencias humanas. Aprendería lengua hebrea, algo de griego y alguna que otra palabra del latín. En Nazaret le reconocían su valer y aceptaban que se había hecho un reconocido rabino, de aquí que le ofrecieran el texto de Isaías, escrito en hebreo, lengua que  el auditorio no entendía, para que se lo tradujese e interpretase.

 

Crecido en tal ambiente, que se recuerda en “Nazareth village”, no es extraño que se expresase con soltura, al anunciar en términos asequibles a pueblo y eruditos, la Buena Nueva que había venido a proclamar.