Pedir disculpas, desde la
verdad
P. Fernando Pascual
8-7-2017
Existe el riesgo de exigir
disculpas o de darlas cuando no hay ningún motivo para ello.
Eso ocurre, por ejemplo, si
alguien afirma con datos en la mano que su propio país va al precipicio. ¿Ha de
pedir disculpas a los gobernantes que se sientan ofendidos por un análisis que
refleja, tristemente, la situación real?
O cuando uno explica la
doctrina de la Iglesia, aunque haya quienes no están de acuerdo. O cuando se
busca sacar a alguien de un vicio, aunque esa persona se sienta muy a gusto en
el mismo. ¿Son situaciones que exigen pedir disculpas?
En otros casos sí existe una
clara obligación de pedir disculpas. Por ejemplo, cuando se falta a la verdad,
o cuando se presenta de malos modos, o cuando se insulta al otro, o cuando se
manipulan los datos informativos...
Sí, también cuando un
periodista una y otra vez recorta las declaraciones de alguien dando a entender
que afirmó lo que no había afirmado o que nunca dijo lo que sí había dicho.
Pedir disculpas desde la
verdad supone, por lo tanto, reconocer los fallos cometidos y buscar modos
concretos para desagraviar a los que hayan sido ofendidos en su buena fama.
Lo cual, hay que repetirlo, no
implica pedir disculpas a quien se ofende ante una verdad bien dicha. Porque en
tal caso no hay que pedir disculpas, sino ayudar a quien no reacciona bien para
que recapacite y abra los ojos.
En un mundo donde sobran
conflictos desde ofensas y susceptibilidades enfermizas, vale la pena un buen
discernimiento para saber cuándo una petición de disculpas está fuera de lugar,
y cuándo es necesaria para una buena convivencia desde la justicia y la verdad.