¿Soy el rey de la selva?
Pbro.
José Martínez Colín
1) Para saber
Se presentan con
tal frecuencia los errores que no es necesario demostrar que somos falibles,
que fallamos. Y un error muy peligroso es el que tengamos sobre nosotros mismos.
En el mensaje que
el Papa Francisco dijo hace unos días, señaló que no importa si, como toda
persona humana, uno tiene sus límites y también sus errores, sino que lo
importante es tener la humildad para reconocerlos, tener un corazón sencillo, que
sea honesto con sí mismo y con los demás.
El peligro de no
reconocer humildemente nuestros errores, es que nunca haremos nada por salir de
ellos al no detectarlos o no querer darnos cuenta, pues muchas veces somos
cómplices de nosotros mismos. ¿Por qué no los reconocemos? Aunque pueden ser
diversas causas, podemos ver que todas se dirigen a la soberbia. Pensamos que
si reconocemos tener tal o cual defecto, entonces seremos menos y eso no lo
aceptamos.
2) Para pensar
Para conocer la
realidad, se requiere una buena dosis de humildad, pues la soberbia ciega. Una
famosa fábula muestra cómo la soberbia termina por volverse contra ella misma.
Un día el león se
despertó y se sentía tan lleno de vida, tan fuerte, que pensó que no habría en
el mundo nada que lo pudiese vencer. Con este sentimiento de grandeza, se
encaminó a la selva. Se encontró con una víbora a la que preguntó: "Dime,
¿quién es el rey de la selva?” Le respondió la víbora: “Tú, por supuesto”, y se
alejó a toda prisa.
El siguiente animal
que se encontró fue un cocodrilo a quien le preguntó: “Cocodrilo, dime ¿quién
es el rey de la selva?” El cocodrilo le respondió: “Si sabes que eres tú el rey
de la selva, ¿por qué me lo preguntas?”
Así continuó toda la
mañana, y a cuanto animal le preguntaba, todos le respondían que el rey de la
selva era él. Hasta que le salió al paso un elefante.
“Dime elefante”, le
preguntó el león ensoberbecido “¿sabes quién es el rey de la selva?”
Como única
respuesta, el elefante enroscó al león con su trompa levantándolo como si fuera
una pelota, lo arrojaba al aire, lo volvía a recoger... hasta que lo tiró al
suelo poniendo sobre el magullado león su inmensa pata.
Entonces el
dolorido león le dijo: “Muy bien, basta ya, pero no hay necesidad de que te
enfurezcas tanto, porque no sepas la respuesta”.
La falta de
humildad lleva a no conocerse a sí mismos, sino de una manera deformada
poniéndose por encima de todos. La descubrimos en una conducta, prepotente, despectiva,
arrogante, engreída, presuntuosa, vanidosa… Pensemos si tenemos algunas de sus manifestaciones
en nuestra conducta.
3) Para vivir
¿Hay algún antídoto
contra la soberbia? Sí, la humildad. Una virtud que nos lleva a ser realistas, a
sabernos con virtudes, con defectos, y aceptarlos. Se manifiesta en la templanza,
honestidad y serenidad y sinceridad. Cuando hay madurez, se sabe relativizar la
propia importancia, y no se hunde en los defectos ni se exalta en los logros. Además,
sabe observar lo positivo en los que le rodean.
El Papa Francisco afirma
que un cristiano ha de ser humilde, para asemejarse a Jesús. Sólo así podremos mostrarlo
y ser sus “embajadores” ante los demás.