Sin reflectores, con amor
P. Fernando Pascual
6-8-2017
Hay miles de seres humanos
cuyas vidas transcurre en la más perfecta "normalidad", acompañada de
la belleza del amor auténtico.
No aparecen en la prensa. No
tienen páginas de Internet con miles de amigos. No reciben ni críticas ni
aplausos en los grandes medios informativos.
Son hombres y mujeres que
viven sus deberes como servicio, que ayudan en la familia y la parroquia, que
tienden la mano a amigos y enemigos.
Son personas concretas que
escriben páginas hermosas de la historia humana. No la historia que aparece en
los libros, sino la historia que construye el bien en lo pequeño y cotidiano.
Mientras los reflectores
exaltan, a veces hasta el aburrimiento, a personajes por sus gestas, algunos
con manchas oscuras que quedan cuidadosamente escondidas, da alegría
encontrarse con gente sencilla que ama sin aplausos.
Esa gente sencilla brilla,
ciertamente, entre quienes están cerca. Familiares y amigos conocen los gestos,
ven los sufrimientos, agradecen la paciencia de esos humildes que hacen el bien
con alegría interior.
Los aplausos del mundo
ensalzan a quienes no lo merecen. Por eso valen hoy, como siempre, las palabras
de Jesús: "¡Ay cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!, pues de
ese modo trataban sus padres a los falsos profetas" (Lc
6,26).
Sin que muchos lo perciban,
también hoy existen viudas que dan todo lo que tienen para vivir, que dejan a
un lado su propio bienestar para un gesto que solo Dios puede apreciar
plenamente (cf. Mc 12,41-44).
Los reflectores buscan brillo
caduco y fama vacía. Sólo los ojos de Dios penetran en los corazones y perciben
la magnanimidad de las personas que aman, luchan, sufren, piden perdón y
perdonan, rezan y trabajan cada día como obreros humildes de la viña del
Señor...