CADA
DÍA SU AFÁN Diario de León
LA
SOBRIEDAD
Hoy
apenas se oye hablar de la sobriedad. Esta es la actitud de quienes han
aprendido que la dignidad humana no se mide por el tener sino por el ser. La
sobriedad tiene en la renuncia no una mutilación sino un canto de plenitud.
Es
cierto que hay una sobriedad que nace de un sentimiento de desprecio hacia los
bienes de este mundo. Pero hay una austera sobriedad que nace de la conciencia
de la propia dignidad, de una sana valoración de las cosas, de un
desprendimiento que lleva a compartir los bienes con los demás.
Los
profetas de Israel asocian con frecuencia los desórdenes en la comida, la
bebida y el sexo con los cultos idolátricos de los pueblos cananeos. Ya el
profeta Oseas afirma que “el vino y el mosto el corazón embriagan" (Os
4,10-11).
Es
conocida la acusación de Isaías contra los ebrios: "¡Ay de los que
despertando por la mañana andan tras el licor; los que trasnochan, encandilados
por el vino!” (Is 5,11). Como cántaros que se
estrellan al chocar entre sí, perecerán las gentes de Jerusalén, obnubiladas
por una trágica borrachera, según lo anuncia Jeremías (Jer
13,13).
Sobre
la sobriedad hay algunos proverbios que nos sorprenden por su realismo: "Si has hallado miel, come lo
que te baste; no llegues a hartarte y la vomites" (Prov
25,16). Comer mucha miel es para el refranero sapiencial como dejarse engañar
con palabras lisonjeras (cf. Prov 25,27).
El
evangelio exhorta a los discípulos a vivir aguardando a su Señor. Pues bien, la
sobriedad ayuda a mantener abiertos los ojos para discernir las señales de los
tiempos. Cuando el criado que guarda la casa renuncia a seguir aguardando a su
amo, comienza a abusar de la comida y la bebida (Lc
12,45; Mt 24,29). O tal vez ocurra lo contrario y cuando tales desórdenes
embotan al ser humano, su vigilancia se adormece (Lc
21,34).
También
en el mensaje de Pablo a los fieles de Tesalónica la sobriedad se une a la
esperanza de la venida del Señor y al aguardo tenso y vigilante. “Los que
duermen, de noche duermen; los que se emborrachan, de noche se emborrachan.
Pero nosotros, que somos del día, debemos vivir con sobriedad, cubiertos con la
coraza de la fe y del amor, y con la esperanza de la salvación como casco
protector" (1Tes 5,7-8).
San
Pablo recuerda también a los cristianos
de Corinto que la embriaguez y la glotonería cierran el acceso al reino de Dios
(1Cor 5,11; 6,10). Por eso se repite a los de Éfeso una consigna que parece una
paradoja: "No os embriaguéis con vino, que es causa de libertinaje;
llenaos más bien del Espíritu" (Ef 5,18).
En
la oración cristiana que cierra cada noche la jornada queda flotando el consejo
apostólico: “Sed sobrios y velad. Vuestro adversario, el diablo, como león
rugiente, ronda buscando a quién devorar” (1Pe 5,8). Así pues, la sobriedad es
signo de responsable madurez y de vigilante esperanza.
José-Román
Flecha Andrés