MANOS DE MARIPOSAS
Sus
manos no corresponden a su cuerpo.
Son
manos cortas y de dedos gruesos.
A
medida habla sus manos remontan vuelo.
Danzan
interminablemente para dar color a lo que dice.
Van,
vienen, suben, giran, bajan, vuelven a girar.
Los
trozos de su relato los va reafirmando y coloreando con el revoloteo de sus
manos.
Parecería
no puede lograr que las mismas se detengan.
Crispa
sus dedos para dar fuerza a sus palabras.
Gira
sus manos para dar mayor agilidad a su relato.
Cuando
concluye sus palabras, inmediatamente, sus manos se posan junto a ella.
Las
palabras son el interior de una persona que se pone de manifiesto.
Son
nuestra manera más común de expresarnos.
Existen
quienes, sin necesidad de palabras, se manifiestan mediante gestos en su
rostro.
Son
esas personas que saben hablar desde una mirada, la postura de sus ojos o
visajes en su boca.
Están
aquellos que por no poder pronunciar palabras recurren a los movimientos de sus
manos y brazos para manifestarse.
Son
esas personas que con tres o cuatro movimientos de sus manos dicen una frase
completa y redonda.
Hay
otras personas que necesitan gesticular para acompañar su decir.
Son
esas personas que, sin proponérselo, requieren toda atención.
No
se puede limitarse a escuchar sus palabras.
Se
requiere observar sus manos y su rostro.
No
solamente con sus fonemas dice sino que se pronuncia con todo lo suyo.
Son
seres que poseen manos de mariposas que revolotean acompañando su hablar.
Son
mariposas que van adquiriendo diversos colores conforme sus palabras.
Colores
suaves y delicados acompañan sus palabras plenas de dulzura o ternura.
Colores
fuertes y firmes van acompañando sus relatos tajantes y convencidos.
Son
mariposas que van adquiriendo los colores que necesitan sus palabras.
Su
hablar es una sinfonía de sonidos y colores.
Su
hablar es disfrutar de un espectáculo sorprendente.
Tal
vez por ello sus palabras se deslizan con suavidad y se ganan al corazón de
quien le escucha atentamente.
Sin
lugar a dudas Jesús hablaba así.
Sus
palabras sencillas salían convencidas de su boca y se posaban en sus manos que,
revoloteando, las desparramaban entre sus oyentes.
Sus
palabras surgían firmes de sus labios y sus manos, tocando, realizaban los
signos que muy nítidamente decían de su realidad y actuaban con eficacia.
Cada
palabra iba acompañada por el movimiento de unas manos que subrayaban o
reafirmaban lo pronunciado.
Sus
palabras delicadas y tiernas eran recibidas por su auditorio como una
prolongada caricia para el alma.
Sus
palabras fuertes o vehementes resultaban como un intenso sacudón interior ante
lo que no se podía mantener indiferente.
Sus
palabras cercanas y solidarias eran unas manos tendidas que alentaban a ponerse
en pie y a rehacer el camino.
Hoy,
Jesús se prolonga en tantos seres que con manos de mariposas resultan
removedores para la vida.
Padre Martín Ponce de
León S.D.B.