INICIATIVAS, FE, PIEDAD Y TERRORISMO
II
En la cúspide
de las creencias en algo Absoluto o Trascendente, llámesele como guste, puede
uno encontrar a los místicos. Estoy pensando ahora en Tomás Merton y lamas
orientales. No es imposible, ni mucho menos, un encuentro fraternal entre un
contemplativo cristiano, un gurú y un sufí. Pero aquí no cabe lo “un estático
religioso nace”. A la mística ¿se llega exclusivamente por la ascética, o no?
cuestión no dilucidada, como ciertas ecuaciones matemáticas.
Ahora bien,
sin pretender quedarnos en las cumbres, desde una dedicación intensa, o por lo
menos ilusionada, esperanzada, a la vida espiritual, algo o mucho se consigue.
No se trata de integrar, palabrita que tanto se usa hoy al constatar la
ausencia de paz social entre los autónomos y ciertos allegados, olvidando que
tantos cantos rodados en la pudinga de las rocas montserratinas se
resquebrajan a veces, pese a estar muy
integrados en la montaña. O que o la piedra berroqueña de la pedriza de
Manzanares, que por dura que sea la roca, siempre será granito, es decir:
cuarzo, feldespato y mica, sin que ninguno de estos componentes se fusione con
el otro, o le otorgue algo de sí mismo, o se enriquezca de los demás. Lo que
importa no es un complejo junto y pegado, compuesto aparente, lo necesario, lo
ideal al que se debe aspirar, es a la íntima comunión espiritual, llámesele
amistad o amor.
Hubo un
tiempo no muy lejano, en que abundaron iniciativas vivas y en algunos acasos
sorprendentes. De notoriedad general y amplia aceptación, o de vivencia
discreta y local. Persisten unas, desaparecieron otras. Para dejar de divagar
voy ahora a citar ejemplos. De las primeras pienso en Boquen, en la Bretaña
francesa, en Bosse, norte de Italia, Taizé, en Francia, Toumliline, en
Marruecos, Solentiname, en Nicaragua, la experiencia en Nazaret, de Paul
Gautier. Añado ahora dos, tal vez muy discretas, pero que en su tiempo dieron
que hablar: el Mas Blanc y Fogars de Monclús (no el Cenáculo de ahora, lo
advierto, que es otra cosa).
Continúan
unas, de otras, cuesta hasta encontrar la ortografía de su nombre. Ciertas de
entre ellas las he visitado, y alguna muchas veces, cito otras que conocí por
la prensa o sus producciones escritas. Exitosas unas, desaparecidas otras. Lo
que es siempre inimaginable es una lucha encarnizada entre el venerable
grandullón intelectual Enzo Bianchi, desde Bosse, contra el poeta-místico y
político activo Ernesto Cardenal, en Solentiname, o Bernard Besret que hizo de
la abadía de Boquen un “centro experimental de renovación”, o cualquier miembro
de la comunidad de Taizé. Repito que no es ni siquiera imaginable una lucha
entre ellos, pese a las diferencias o discrepancias que pudieron, o puedan,
existir.
Digo y repito
que estas aportaciones semanales no son tesis, ni siquiera ensayos. Pretendo
despertar inquietudes, a veces aportar conocimientos, siempre decir algo útil
para la vida espiritual. Tengo la convicción que algo consigo.
Lo dicho
hasta ahora es el preámbulo a una reflexión sobre tantos combates que nos
asolan hoy en día, pienso especialmente los de carácter terrorista. Continuaré,
si Dios quiere, la semana próxima, acabando con un juicio de la Sra. Angela
Merkel: “no hay muchos inmigrantes, ni musulmanes, lo que hay son pocos
cristianos”