NO ES NADA FÁCIL
Por
más que sea una afirmación muchas veces manifestada es bueno recordarla: No es
nada fácil ser cristiano.
Aquí
pretendo hacer referencia a ser cristiano y, por lo tanto, a vivir en
cristiano.
Tiene,
el ser cristiano, muy pocas exigencias pero.........¡Vayan exigencias que
presenta!.
Por
un lado todo lo que implica la realidad de la “ley del amor”.
Por
otro lado la necesaria necesidad de ser coherentes con Cristo.
Ser
cristiano es una exigencia que involucra a lo que somos en una tarea de toda la
vida.
Amar
es una exigencia constante. Exigencia de entrega gratuita y de aceptación
respetuosa.
Siempre,
permanentemente siempre, estamos aprendiendo a conjugar el verbo amar.
La
“ley del amor” presenta una doble dirección y, en ambas, se nos exige lo
máximo. En una dirección es “con todo” y en la otra es “como a uno mismo”.
La
“ley del amor” es una exigencia que, para vivirla, requiere permanentemente, de
nosotros, lo mejor.
El
amor ocupa todo nuestro ser. Nada de lo que somos puede quedar al margen del
amor cuando verdaderamente amamos.
Pero,
también, jamás podemos decir que hemos agotado nuestra capacidad de amar o que
hemos concluido nuestro saber amar.
Constantemente
podemos amar mejor y permanentemente podemos tener la certeza de tener espacio
para amar a alguien más.
Nuestra
capacidad de amar no se rige por “cupos limitados” ni por un modelo
determinado.
Cuando
sentimos que vivir en cristiano es una exigencia de vivir, realmente la “ley
del amor” sabemos que se ha hecho una opción de vida que no resulta nada
simple.
Amar
es, siempre, sufrir un poco porque morir, cotidianamente, un poco. Pero no es
un morir para la destrucción o la nada sino morir para que la vida sea plena.
Por
ello es que amar es experimentar el gozo
de ser feliz.
Pero
no estamos llamados a amar como se nos ocurra sino que tenemos, en cristiano,
un modelo a imitar. Ser cristiano es amar como Cristo.
Porque
ser cristiano es optar por Él para todos y cada uno de los aspectos de nuestra
vida.
Esto
es lo que nos lleva, de lleno, a la segunda exigencia de nuestro vivir de
cristianos.
Somos
sabedores que ser coherentes es una tarea que nos implica toda nuestra vida.
La
coherencia es un compromiso que uno, libremente, asume, en primer lugar, con
uno mismo.
Es
una cuestión que requiere una sincera y profunda mirada interior. No alcanza
con detenernos a mirar nuestros actos sino que debemos saber llegar a mirar la
intencionalidad de los mismos.
Cualquiera
puede saber que no existe palabra alguna que diga de una coherencia a medias.
En esto de la coherencia no hay espacio para los matices. La cosa está entre
coherencia e incoherencia.
Nunca
es fácil poder llevar un estilo de vida coherente.
No
resulta fácil llevar una coherencia de vida con una determinada concepción de
vida que se entienda es bueno llevarla y, por lo tanto, mucho más difícil
llevar un estilo de vida coherente con una persona que se asume como modelo de
vida.
Ser
cristiano es ser una prolongada continuación de Cristo y, por ello, se nos requiere
una coherencia con la persona de Cristo.
En
todos y cada uno de los momentos de la vida se debe actuar como actuaría Cristo
ahora y, no se precisa de mucho, para saber que hacer tal cosa no es nada
simple.
Tal
vez se preferiría poder ir tomando aspectos de Cristo e ir intentando
haciéndolos vida pero ello es un imposible.
Debemos
asumir a Cristo en toda su realidad y vivirlo en todos y cada uno de los
momentos de nuestra vida.
A
esa coherencia estamos llamados a vivir.
Son solamente dos exigencia pero...........
Suficientes como para gastar nuestra vida en el intento.
Padre Martin Ponce
de Leon SDB