EL
BANCO VERDE
Resulta imposible olvidar
aquel banco ubicado en el fondo de la casa de mis abuelos.
Estaba todo pintado de
verde.
Sus brazos de hierro, su
respaldo y su asiento.
Era el único banco
existente en aquel amplio fondo de tres caminos.
Podíamos referirnos a él
diciendo, simplemente, “el banco”
Nunca lo hacíamos puesto
que nos referíamos diciendo “el banco verde”
Nuestra abuela era quien
más lo utilizaba.
Solía pasar allí muchos
momentos de la tarde.
En una oportunidad, al
asomarnos por una de las puertas que daba al fondo, descubrimos a una señora
con un abundante cabello largo, allí instalada.
No sabíamos quién era. No
lográbamos entender quién podía ser esa misteriosa mujer que nunca habíamos
visto.
Para nosotros era todo un
misterio y así lo hicimos saber a nuestros hermanos.
Mirábamos y no podíamos
entender absolutamente nada.
Aquel pelo largo y
abundante caía casi hasta la mitad de la espalda de la misteriosa señora.
No nos animábamos a
acercarnos y nos limitábamos a mirar desde lejos y con comentarios en voz baja.
Luego de un tiempo de
misterio una de mis hermanas dijo: “Está vestida como abuelita”
Era la primera vez que le
veíamos luego de haberse lavado el cabello.
Se lo secaba al sol y por
eso lo tenía suelo.
Siempre utilizaba un rodete
sostenido por algunas peinetas.
Allí se nos terminó el
misterio y el temor.
Todos salimos a correr por
el patio para ver esa versión desconocida de nuestra abuela.
Ella nos miraba, ignorando
nuestro desconcierto anterior, y sonreía por entre sus cabellos.
Muchos años después, luego
del almuerzo, nos sentábamos allí a compartir prolongadas charlas con sabor a
familia.
No sé qué se hizo de aquel
banco.
Tal vez continúe existiendo
en algún lugar.
Lo real es que continúa
estando en mis recuerdos sin haber perdido su condición de “banco verde”
No hace mucho tiempo,
conversando con una persona, surgió, de entre mis recuerdos, aquel banco.
No sabía que aún conservaba
sus pesadas patas de hierro aferradas a mis recuerdos.
Si se conserva en mis
recuerdos es porque ha pasado a formar parte de mi existencia.
Juegos, lecturas, mates y
muchas charlas se ubican sobre “el banco verde”
Hoy aquel fondo ya no
existe. Su destino ha sido el ser playa de estacionamiento de un supermercado.
Pero en mi interior
conserva toda la solidez de aquel banco de madera y hierro.
En mi interior aún se
conserva sobre el camino rodeado de canteros donde crecían variadas plantas y
algunos árboles.
Todos, en nuestros
recuerdos, tenemos esos “bancos verdes” que han marcado nuestra existencia.
Es bueno y muy saludable
poder adentrarnos en nuestro interior para dejar aflorar esos recuerdos que
dicen de un ayer que es, también, un poco hoy.
Esos “bancos verdes”
donde trozos de nuestra existencia se
conservan sobre él.
Padre
Martin Ponce de León SDB