CERCANÍA
Personalmente considero es
todo un misterio.
¿Por qué experimentamos
cercanía con determinadas personas?
No creo sea una cuestión,
únicamente, de tiempo de trato.
No creo sea una cuestión de
méritos.
No creo sea una cuestión resultante
de algunas ecuaciones.
Considero es una cuestión
interior que no sabe de explicaciones o de lógica.
Puedo encontrar a alguna
persona, en algunos de los cruces que la vida nos ofrece, y descubrir que,
parecería, le conozco desde hace muchísimo tiempo.
Tanto tiempo que le
descubro formando parte de mi vida.
Es esa sensación que me
permite establecer con esa persona una relación de afinidad casi inmediata.
Es esa sensación que me
permite compartir esos trozos de vida que están inmersos en los recuerdos con
total tranquilidad y confianza.
Es esa sensación que me
lleva a intentar recuperar esos espacios que transcurrieron con desconocimiento
de la otra parte.
En oportunidades podemos
tener mucha confianza con algunas personas pero esa confianza no se hace,
necesariamente, cercanía personal.
La cercanía no es
apropiación de espacios.
La cercanía no obliga a una
exclusividad.
Es una sensación interior
que despierta sonrisas.
No es una sensación que nos
hace sentir invadidos sino es la certeza de dejar transite por nuestros
espacios interiores con respeto y naturalidad.
Es esa sensación de querer
compartirle lo que somos para experimentar un algo más de cercanía.
Es dejarle entrar en
nuestra realidad para, nunca más, saberle ausente.
¿Qué es necesario para poder
experimentar tal cercanía?
Son esas cosas que,
naturalmente se dan y no conocen de razones.
Es una realidad que surge
sin que uno se lo proponga ni lo busque.
Es una realidad que surge
sin necesidad de buscar explicaciones coherentes.
Mucho antes de cualquier
palabra uno ya experimenta una sensación de afinidad inexplicable.
Sin haber intercambiado
palabra alguna se siente el conocerle desde hacer mil años.
Sin haber intercambiado
palabra alguna se siente el abrir del corazón para permitirle, con toda
espontaneidad, adentrarse a él.
Es lo que debe pasarnos con
Jesús.
Un día se cruza en nuestra
vida y le dejamos ser centro en nuestro existir.
Un día se cruza en nuestra
vida y, al verle, descubrimos nos conoce desde hace mil años.
No hay necesidad de secretos
o verdades a medias.
Todo se limita a intentar
recuperar el tiempo perdido.
Todo se limita a intentar
profundizar su cercanía.
No hay una razón lógica de
su irrupción.
No hay una explicación para
el momento de su cruzarse con nosotros.
Allí nos encontramos con la
historia ya construida y nuestra historia por construir.
No importa lo que hemos
sido sino que importa lo que podemos transitar en cercanía.
No es una cuestión de ritos
o formulas sino, únicamente, una
cuestión de vida.
Una vida donde nada deja de
ser una gratificante oportunidad para disfrutar su cercanía.
Padre
Martin Ponce de León SDB