Pruebas científicas, ¿definitivas?

P. Fernando Pascual

20-9-2017

 

Un laboratorio realiza un estudio serio. Observaciones, experimentos, discusiones en grupo. Al final, un artículo divulga los resultados: la ciencia ha demostrado (algunos dirán, con mucho optimismo, de modo definitivo) que esta molécula se comporta de esta manera y puede ser aplicada en medicina regenerativa.

 

Pasan los años. Un nuevo estudio de otro laboratorio afirma que hay elementos suficientes para rechazar los resultados publicados por el primer laboratorio. Quedaría así demostrado que lo considerado por algunos como "definitivo", no era la última palabra, sino que podía ser mejorado, corregido, o incluso desmentido.

 

Desde luego, es correcto pensar y afirmar que tampoco el segundo estudio es definitivo: quizá dentro de unos años se vuelva a dar la razón al primer estudio a través de observaciones más completas y reflexiones más sensatas.

 

Con lo dicho se hace evidente un aspecto característico e ineliminable de la investigación científica: estar sometida continuamente a revisiones, correcciones, cambios.

 

Si miramos al pasado, resulta sorprendente constatar que ya Platón había mostrado cómo los datos empíricos están sujetos a continuos cambios, que no permiten alcanzar certezas absolutas, y que sus afirmaciones se colocan en un ámbito de provisionalidad casi constitutiva.

 

A pesar de todo lo afirmado hasta ahora, o como un paso ulterior, hay que recordar que los laboratorios conquistan metas valiosas y aplicaciones sorprendentes. La llegada del hombre a la luna, o la eficacia de miles de fármacos, son prueba de la "fuerza" de los experimentos y de las enormes potencialidades de sus aplicaciones.

 

Pero esas victorias no modifican el carácter provisional de miles de publicaciones científicas, que hoy afirman con seguridad, casi con orgullo, que "hoy la ciencia considera definitivo que..." y que mañana tendrán que reconocer sus propios errores y llegar a conclusiones muy diferentes.

 

Las pruebas científicas, en resumen, no son definitivas. Valen y sirven mucho: gracias a los laboratorios resulta posible mantener el estilo de vida que ahora tenemos y que esperamos mejorar en el futuro, sin dejar de lado una buena dosis de prudencia respecto al necesario respeto a los equilibrios ambientales.

 

Pero las pruebas y experimentos científicos no llegan a verdades definitivas, porque siempre hay nuevos aspectos por descubrir, y porque la mente humana puede elaborar razonamientos que permiten matizar mejor cada una de las afirmaciones que podemos alcanzar desde un buen uso de las ciencias empíricas.