Naipes
(y Biblia): la morera
Padre
Pedrojosé Ynaraja
La mora era un apetitoso fruto que
encontrábamos entre la maleza, lo conocíamos todos desde pequeños, si vivíamos
en zona rural, o lo descubríamos, si salíamos de excursión. En realidad la
deberíamos haber llamado zarzamora, su nombre propio. Cuento esto por ser
posible equívoco para el lector. Llegaba un día que descubríamos la existencia
de los gusanos de seda, alguien nos los proporcionaba, creo que nadie de estas
latitudes, las mías mediterráneas, se libraba de disfrutar varias temporadas de
criarlos. El poseer estas larvas exigía encontrar moreras árbol, otro
descubrimiento.
Es propio de jardines, que no siempre
son públicos. Gran inconveniente, en ciertos momentos debíamos “robar” hojas.
Las guardábamos entre telas húmedas. Si queríamos que no se murieran nuestros
bichos, debíamos alimentarlos exclusivamente de ellas. Las de lechuga les
gustaban muy poco y se morían si no tenían hojas de morera, fueran de la blanca
o de la negra, reconociendo que las primeras eran más tiernas y devoradas con
más rapidez. El árbol, llegado el verano daba fruto. La mora de este árbol
tiene forma y gusto semejante a la de la zarza, aunque no resulta tan
apetitosa. Era además molesta para el vecindario. Generalmente nadie las come y
su dulzura atrae a las hormigas, que a ellas sí que les gustan mucho, de tal
manera que debajo de la copa, por allí donde caen al suelo, siempre está lleno
de estos insectos.
MORAL
NEGRO
Por lo que leo, deduzco que el moral
conocido desde antiguo en Israel es el negro. Leyendo la cita que pone el
naipe, iba a deducir que podía en tiempo bíblico extenderse formando bosques,
cuando compruebo que autores de confianza, traducen el texto llamando
balsameras. Tampoco esta versión me gusta ya que las plantas proveedoras de
bálsamo crecían en tierras lejanas, habiendo logrado algún cultivo en
Ein-Ghedi, donde no puede haber bosques. Por si alguien quiere comprobarlo el
texto es de II Samuel 5,23.
La única alusión que veo que traduzcan
los autores como moras es un episodio de las contiendas macabeas. Se da el caso
de que el ejército va provisto de elefantes para la lucha, algo así como
nuestros carros de combate y más que combustible muy propio de las máquinas, a
los paquidermos les muestran zumo de uvas y moras para prepararlos al combate.
Las bestias estaban repartidas entre las falanges. Mil hombres, con cota de
malla y casco de bronce en la cabeza, se alineaban al lado de cada elefante.
Además, con cada bestia iban quinientos jinetes escogidos, que estaban donde el
animal estuviese y le acompañaban adonde fuese, sin apartarse de él. (IMac
6,34ss). Tal vez el zumo había fermentado y estaban algo borrachos. La verdad
es que no he encontrado comentarios, ni falta que hace, creo yo.
LA
SEDA
Los gusanos comen hojas del árbol que
nos ocupamos hoy y llegado el momento de convertirse en crisálida, elaboran un
capullo con hilo de seda en el que se encierran. El hombre entonces se apropia
del ovillo mediante delicada técnica y consigue hilarlo y tejerlo, que será, y
fue, muy preciado.
Pero esta labor era desconocida para
el israelita. Se introdujo en el imperio romano en tiempos posteriores. Copio
textualmente un relato que he leído hace poco.
“Las sedas fueron introducidas a la
antigua Bizancio por los persas, pero por razones políticas y debido a una guerra,
los bizantinos se vieron privados de tan hermosos y costosos lienzos. Y aquí es
donde interviene Theodora, esposa del emperador Justiniano, quien con una
brillante idea resolvió el problema: utilizó a dos monjes enviados a China como
misioneros. A su regreso a Bizancio, ¿qué piensa usted que llevaron consigo,
por instrucciones de Theodora? En sus bastones de bambú introdujeron los
capullos y larvas del gusano de seda y tallos de morera, convirtiéndose tal
acto en la primera noticia que tenemos de espionaje y contrabando industrial”.
DESDE
CHINA
De China vino la natural y continúa
viniendo en la actualidad, la legítima y la artificial, arruinando antiguas
industrias, muy propias de ciertas tierras mediterráneas.
De la seda se habla en el texto
bíblico en solo dos ocasiones. La del Antiguo Testamento está incluida en un
impresionante texto de Ezequiel, que refiriéndose a la infidelidad de Israel,
usa bellas imágenes eróticas: “Te bañé con agua, lavé la sangre que te cubría,
te ungí con óleo. Te puse vestidos recamados, zapatos de cuero fino, una banda
de lino fino y un manto de seda. Te adorné con joyas, puse brazaletes en tus
muñecas y un collar a tu cuello. Puse un anillo en tu nariz, pendientes en tus
orejas, y una espléndida diadema en tu cabeza. Brillabas así de oro y plata,
vestida de lino fino, de seda y recamados. Flor de harina, miel y aceite era tu
alimento. Te hiciste cada día más hermosa, y llegaste al esplendor de una
reina. Tu nombre se difundió entre las naciones, debido a tu belleza, que era
perfecta, gracias al esplendor de que yo te había revestido - oráculo del Señor
Yahveh.” (Ez 16, 9ss).
APOCALIPSIS
En el Nuevo Testamento aparece en el
Apocalipsis y aquí en un entorno completamente diferente al anterior. La cita
se refiere a mercancías que se ven en crisis, fenómeno este todavía muy propio
de hoy: “ Lloran y se lamentan por ella los mercaderes de la tierra, porque
nadie compra ya sus cargamentos: cargamentos de oro y plata, piedras preciosas
y perlas, lino y púrpura, seda y escarlata, toda clase de maderas olorosas y
toda clase de objetos de marfil, toda clase de objetos de madera preciosa, de
bronce, de hierro y de mármol; cinamomo, amomo, perfumes, mirra, incienso,
vino, aceite, harina, trigo, bestias de carga, ovejas, caballos y carros;
esclavos y mercancía humana. Y los frutos en sazón que codiciaba tu alma, se
han alejado de ti; y toda magnificencia y esplendor se han terminado para ti, y
nunca jamás aparecerán. Los mercaderes de estas cosas, los que a costa de ella
se habían enriquecido, se quedarán a distancia horrorizados ante su suplicio,
llorando y lamentándose”.
Existe un árbol en Israel cuyas hojas
semejan las de la morera y sus frutos parecen higos, de aquí que reciba el
nombre de sicomoro (higo-moro). Sin ser exclusivo de esta tierra, no abunda en
otras, para facilitar la lectura del texto, ciertos autores, llaman al que nos
ocupa: higuera. No modifican para nada el mensaje revelado y facilitan su
lectura. (Lc 17,6)