Martirologio Romano - (Opinión)-
Padre Pedrojosé Ynaraja
Mi
primer recuerdo de este libro es insípido y aburrido. Se trataba de un
mamotreto viejo que alguien de cursos superiores, leía en el comedor del
seminario a la hora de comer, en latín y sin micrófono, debiéndolo escuchar en
silencio los 140 alumnos. Evidentemente, nada entendía yo y ni siquiera me
llegó nunca a interesar.
Llegó
el Concilio Vaticano II y en uno de sus decretos indicó que debían revisarse
los libros litúrgicos y tratándose del que nos interesa, corregir también sus
contenidos y estudiarlos para editarlos de acuerdo con los conocimientos
históricos actuales, lejos de algunas leyendas que atribuían hechos no
verídicos, o referirse a personas que tal vez nunca llegaron a existir.
Aunque
nos parezca muy lógico el propósito, tal encargo suscitó enfados. Se cuenta por
ejemplo, que la misma Sofía Loren, se paseó por toda Roma, portando
ostentosamente una imagen de tamaño natural de San Cristóbal, pues, según
decían, el Papa lo iba a suprimir y ella no estaba de acuerdo. También fue
grande el enojo en el Monasterio de Santa Catalina del Sinaí. Pese a que la
comunidad es ortodoxa y nada proclive al ecumenismo, se indignaron de que la
Iglesia Romana se atreviera a poner en duda la existencia de aquella que daba
nombre a una cumbre de la península, la más elevada, y fuera patrona de
aquellos monjes.
Vidas
de santos se han escrito muchas. Alguna muy célebre durante siglos, como el
texto llamado “La leyenda dorada” de Santiago de la Voragine, que fue
referencia durante mucho tiempo y gozó de gran categoría. Posteriormente la
colección de vidas de santos escrita por Croiset fue libro de exigida
existencia en las más humildes bibliotecas sacerdotales y usado para preparar
los sermones de cualquier festividad parroquial o de las diversas cofradías en
que se agrupaban los devotos fieles.
Ambas
obras las tengo y leo de cuando en cuando con fruición, sin que por ello crea
que todo su contenido corresponde a la verdad histórica tal como entendemos
este concepto nosotros. La biografía estudiada y recogida más científicamente,
puede dejar a uno indiferente y la leyenda, extrayendo de ella su piadoso
contenido, emocionarnos.
Poseo
también otras colecciones de más segura veracidad y de edición y presentación
moderna. Alguna la aprecio mucho. Pero ninguna era la oficial.
El
libro que nos ocupa fue el último en editarse, de los mandados por el Concilio.
Conservó su antiguo título, pese a que el contenido no fuera exclusivo de
mártires, ni de habitantes de la ciudad de Roma. Lo compre de inmediato por
lealtad, sin darle mucha importancia al contenido. He de confesar que para lo
único que me ha servido es para indicar el día de una festividad, para aquellos
que siguiendo costumbres de algunos lugares, su fiesta personal fuera el que
correspondía al cristiano santo cuyo nombre habían escogido para él.
Descubrí
más tarde que se había publicado en lengua castellana y lo compre, sin parar
mientes en su contenido. Como el precio había sido elevado para mi economía, me
sentía obligado a leerlo para sacarle fruto y amortizar espiritualmente el
importe. Me gustó. Se me ocurrió que a las oraciones diarias que me
corresponden como sacerdote, podía adjuntar, voluntaria y libremente, la
lectura diaria del Martirologio.
Otro
día hablare con más detenimiento, baste ahora decir que cuando lo enseño a
chiquillos, les digo que es el “libro cristiano de los records Guinness”