LA 18
Llegar
saludar y ubicarse en alguna pieza.
Hay
piezas para todos por ello encontrar una no es problema.
Hay
en planta baja y en el piso superior.
No
hay ninguna pieza con algún destinatario concreto.
Por
una cuestión de delicadeza, la gente de la casa, reserva algunas para los
destinatarios de siempre.
Cuando
saludo a la señora encargada del lugar me dice: “Tiene su pieza reservada”
“Bueno,
mil gracias” y salgo derecho a ocupar una pieza concreta.
Está
en el piso superior, tiene vista al campo y el sol da de lleno gran parte del
día.
Me
considero privilegiado de tal deferencia mientras voy subiendo la escalera.
No
sé muy bien la razón por la que me reservan esa pieza.
Debo
bajar a buscar el termo y el mate que había dejado sobre una mesa.
Me
encuentro con la señora y me pregunta: “¿Ocupó la 18?”
Nunca
había prestado atención que las piezas tenían un número.
“Estoy
en la de siempre” respondí.
“La
18” me dijo ella.
Mientras
volvía a subir la escalera pensaba en “el 18”
Un
espacio de colores y amistad.
Un
espacio de algunos mates y muchas conversaciones.
Un
espacio de delicadezas y sonrisas.
Al
llegar a la puerta miro y me encuentro con un número al que nunca había
prestado atención.
Era
la primera vez que lo veía por más que muchas veces ya ocupé esa pieza.
Sin
duda que nuestra vida está llena de signos a los que, muchas veces, no
prestamos atención.
Nuestra
vida, en oportunidades, pasa por realidades que no le dicen nada pero llega un
momento en que esa misma realidad se hace llamado de atención.
Parecería
como que “las fichas” necesitan del momento justo para que caigan en nuestro
interior.
Pero
no podemos dejar pasar ese momento.
Debemos
estar atentos para saber ver y para escuchar el momento.
Dios
jamás deja de hablarnos aunque, muchas veces, no sepamos estar atentos.
Siempre,
constantemente siempre, está despertando nuestros sentidos para que lo sepamos
descubrir.
En
oportunidades se vale de personas.
En
oportunidades se vale de situaciones.
En
oportunidades se vale de pequeñas cosas o de cosas grandes.
Siempre
nos está diciendo algo desde algún detalle.
Nos
dice para que tomemos conciencia.
Nos
habla para realizarnos algún llamado de atención.
Nos
muestra para corregir actitudes.
Siempre
nos dice para que podamos ser útiles.
Siempre
nos dice para que nos brindemos correctamente.
Siempre
nos dice para ayudarnos a ser mejores personas.
Jamás
nos dice para imponerse o para quitarnos libertad.
Constantemente
se está valiendo de algo o de alguien.
Se
vale de, aunque más no sea, desde un número en una puerta.
Se
vale de un “18” para que sepa valorar lo inmenso que ha puesto en mi vida.
Padre Martin Ponce de Leon