Libertad y culpa
P. Fernando Pascual
14-10-2017
Ser libres implica ser
responsables. Por eso, cuando alguien nos pregunta por qué hicimos algo,
nuestra respuesta implica asumir la propia responsabilidad.
Este hecho explica el fenómeno
de la culpa. Alguien es culpable de un acto dañino precisamente porque pudo no
haberlo cometido, porque era libre.
En las teorías que suponen el
determinismo, no hay culpas. Uno hace lo que hace porque está determinado por
sus neuronas, o por sus hormonas, o por la presión social, o por su psicología,
o por el destino.
En cambio, en las teorías que
admiten que cada ser humano, al iniciar su plena conciencia, puede actuar desde
la inteligencia y la voluntad libre, entonces sí existen culpas.
La experiencia personal y la
vida social están más cercanas a las teorías que admiten la libertad que a las
teorías que admiten el determinismo. Basta con ver cómo funciona el sistema
jurídico y las alabanzas o los reproches que formulamos sobre otros para
constatarlo.
Por eso, resulta importante
reconocer ese nexo profundo que existe entre culpa y libertad. Porque solo la
libertad permite que actuemos de modo responsable. Y solo un acto responsable
puede ser bueno o malo, digno de alabanza o merecedor de desprecio.
Desde luego, hablar de culpas
implica hablar de méritos. Si uno es culpable de un daño grave en la vida
familiar, también puede ser merecedor de alabanzas cuando pide perdón y repara
el dolor causado en otros.
Reconocer la libertad humana
en sus dimensiones éticas, y buscar un ejercicio responsable de la misma, nos
llevará a tomar conciencia de la seriedad de cada una de nuestras opciones, nos
apartará de actos culpables, y nos impulsará a invertir tiempo y energías en
actos meritorios, justos y bellos.