JORNADAS
Padre Pedrojosé Ynaraja
La cosa es que uno no puede abrir un periódico,
escuchar la radio un rato, o ídem la televisión, sin oír que ese día,
precisamente el que uno se ha encontrado por la mañana y sin saberlo por
adelantado, es la jornada de… Se me ha ocurrido ahora recopilar los títulos que
se dan y que ahora acuden a mi mente, son muchísimos más, pero los que pongo
son suficientes para que se me entienda. Unos de tinte social, otros de
orientación cristiana, algunos, pura maniobra de marketing.
Día de la
madre, día del padre, -día del cáncer de mama, día del Domund,
día de la Cruz Roja, día del alzhéimer, día de la esclerosis múltiple, día de
la tierra, día de la hispanidad, día del trabajo, día Mundial de la Protección
de la Naturaleza, día del cambio climático, día de la sordomudez, etc. etc.
Tantos son y tanto nos lo repiten, que mayormente no ponemos ya atención en su
contenido.
Y uno piensa ¿no hay un día de la alegría? No olvidemos
que el hombre ha sido puesto en la tierra por Dios para que sea feliz. La
enfermedad, generalmente, es un imprevisto no programado. Con otras desgracias,
comúnmente, ocurre lo mismo. Las jornadas se anuncian. No sé cuanta gente hace
caso.
¿Y el domicilio? Todas las familias quieren disponer
del suyo, heredado, alquilado o adquirido mediante hipoteca. Su utilidad
consiste en ser ventajoso para comer algunas veces, y dormir casi siempre. Algo
así como un hotel permanente. Porque cualquier excusa, sea puente o no lo sea,
se aprovecha para no quedarse en casa, excepto para cumplir deberes los hijos
estudiantes, o preparar algún informe o solicitud profesional los mayores.
¿Y el día de la alegría? Vuelvo a repetir. A sí, ahora
entiendo que debería ser el domingo. Pero se tienen tantos compromisos
contraídos, que casi uno ni se entera que las fiestas, son para festejarlas,
para gozar con plenitud. La semana que culmina en el domingo, es algo querido
por Dios. Y ya sabemos que sus propósitos no son malignos nunca. Que en los
programas de vida que nos propone no hay fraude oculto, ni corrupción, ni son
imposibles de seguir. Ni perjudican la convivencia.
Los que visitamos Tierra Santa con cierto detenimiento
y los ojos abiertos a descubrir y visitar además de monumentos evocadores de
momentos sublimes, sin duda, alguna cosa más, encontramos realidades muy dignas
de conocer y aprender.
Cito uno. Hay un fenómeno que nos impresiona. Se trata
del comportamiento de los fieles judíos, principalmente los llamados ortodoxos
o hasidim, con respecto al Sabbat. Impresiona visitar
el kotel, mal llamado Muro de los Lamentos, al
atardecer del viernes. La bajada alegre de grupos jóvenes desde la zona de las
escuelas talmúdicas hasta la explanada, cantando y danzando. La oración pegados
al muro, nunca es corta. Y vuelta a cantar y bailar., antes de partir.
Al día siguiente en casa ya tienen preparada la
comida, solo faltará, como máximo. calentarla. Y
después salir a disfrutar fuera, sentados en el césped y alegremente, por
algunos de los parques. Pese a que no me guste su manera de vestir y sus
tirabuzones, verlos jugar, padres e hijos abundantes, me da envidia. Uno va
repitiendo en su interior el título de aquel precioso libro “Fiesta en honor de
Yahvé” de Thierry Maertens. (Por cierto, el texto
completo lo consigue uno gratuitamente por Internet)
¿Por qué los de nuestra cultura occidental hemos
perdido la celebración festiva del domingo? ¿Por qué aprovechamos cualquier
idea o programa para huir de casa, de la familia, de la convivencia próxima?