MERCADOS MEDIEVALES
Padre Pedrojosé Ynaraja
Inmediatamente después
de que al artículo escrito le haya clicado “enviar”, surge la pregunta ¿la
semana que viene cual será la opinión que compartiré con los lectores?
Conseguirlo me resulta difícil con frecuencia. Cuando en mi mente surge el
tema, lo voy pensando poco a poco, llegada la víspera del día indicado, lo
redacto apresuradamente.
Pasa un rato que puede
ser una noche, medio dormido, soy yo mismo crítico de lo que he dejado escrito.
Descubro aspectos que he olvidado o con los que incluso no estoy de acuerdo. En
cuanto puedo releo siendo yo mismo mi censor. Suprimo o añado, según convenga.
Esta introducción viene
a cuento del presente. Pensando en lo que me movió a redactar lo que ofrezco,
me dije a mi mismo: me siento identificado con lo que dijo el poeta: “como a
nuestro parecer, cualquier tiempo pasado fue mejor” (Jorge Manrique). Pesimista,
derrotista, amargado, como queráis llamarme.
El caso es que nuestro
líder: Jesús de Nazaret, Dios hecho hombre, ciudadano de su mundo y salvador de
los humanos, en sus decires y en sus haceres, fue
genial. Ahora bien, un genio solitario acostumbra a servir para poco. Precisa
la asistencia de talentosos que le acompañen, le comprendan bastante, le sirvan
generosamente y ofrezcan a los demás sus conocimientos, resultado de lo oído,
después reflexionado, contrastado y tal vez consultado con el mismo que ilumino
su pensamiento.
No dudo, pues, del
acierto de nuestra Fe. El Maestro no nos desamparará nunca. La Tradición irá,
cual limpio manantial, impelido por la fuerza del profetismo del Paráclito,
enriqueciendo nuestra vida. Si líder y talentos-profetas no nos faltan, pienso
que muchos pedagogos duermen, convencidos que todo irá bien, sin necesidad de
esfuerzo, sin precisar estudio, sin requerir revisiones, sin barrer estorbos.
Final de la introducción. La reflexión, supongo, exigirá más de un día y varios
objetivos. Vuelvo al principio y repito título.
Mercados medievales. Así
los llaman. Hace años una amiga que habita en el continente americano y de
vacaciones, pasaba unos días en mi casa, se enteró de que en una población
cercana, se anunciaba un tal mercado y tuvo mucho interés en ir a verlo. He
comprobado que la gente hispana adorna con su imaginación cualquier cosa que
suene a “conquistadores”, que, aunque tanto los abominan, suscitan mucho su
interés. No tuve ningún inconveniente en acompañarla y ella quiso que la
fotografiase por entre los tantos chiringuitos que se apiñaban por las calles
que taponaban dificultando los desplazamientos personales. A ella le gustó y a
mí me disgustó. Aquello no tenía nada que ver con la Edad Media.
Ni los disfraces que
vestían, ni los productos que se ofrecían, merecían tal nombre. Pero mi amiga
se sintió en lejanas épocas, se satisfizo, sin darse cuenta de que la habían
engañado. Imagino que muchos visitantes se sintieron arrebatados a lejanos
tiempos. Y compraron productos. Y hasta creerían haber aprendido y gozado de
antiguas vivencias. El comercio a veces inclina al error. Tales mercados
colaboran a la ausencia de cultura histórica.
Se acerca Navidad. Por
muchos sitios se preparan representaciones que dicen referirse a los misterios
que los cristianos celebramos. La primera vez que asistí fue por pura
curiosidad. En la tierra donde había crecido no había tales costumbres.
Bastante después, he debido colaborar en algunos montajes. La vivencia de mi Fe
no me lo impedía, pero para la autenticidad de mis creencias, me resultaba
dolorosa la experiencia.
Los Autos Sacramentales
gozaron de gran contenido teológico y la seriedad de sus representaciones
fueron buena catequesis para los asistentes, que los contemplaron en lugares
sagrados. Lo de ahora está muy lejos de la calidad de aquellos. Creen algunos
que son espectáculos infantiles y llevan a sus niños. Por lo que sé, y creo que
no han cambiado, se representan bailes de demonios, se mencionan las calderas
de pedro botero, se confabulan diversos diablos, para conseguir sus fines. Son
puro espectáculo, sin darse cuenta se introducen ideas erróneas. Ángeles buenos
y malos gozan del mismo protagonismo y simpatía por ejemplo (hay cosas mucho
más graves, no lo ignoro), etc. etc. Y si es que el niño acude a catequesis o a
clase de religión católica, difícilmente lo que ve será un útil complemento.
Seguramente recordará mejor aquellas escenas teatrales, que las enseñanzas que
recibieron de preparación para recibir los sacramentos.
La Fe cristiana no
merece estos tratamientos, pero hay ausencia de expertos pedagogos (continuaré)