LA COMUNIDAD DE JESÚS

 

Jesús nunca pensó en la creación de una institución.

Jesús nunca soñó con la creación de una religión.

Lo suyo pasa por la recuperación de lo perdido por su religión contemporánea.

Lo suyo pasa por fomentar esa realidad humana que involucra a Dios y hace crecer al Reino de Dios.

Un Reino de Dios que no es realidad de futuro sino algo de aquí y ahora.

Jesús no propone a sus seguidores la práctica de rituales sino la construcción de una comunidad de vida.

Una comunidad donde todos se sepan iguales e importantes.

Una comunidad sin autoridades, sin catequistas y sin sabios.

Una comunidad donde cada uno se supiese necesario e importante.

Una comunidad donde cada uno fuese importante por su presencia y no por sus aportes.

Una comunidad donde cada uno se supiese querido y aceptado.

Donde cada uno pudiese beber a grandes tragos su autenticidad y su libertad.

La comunidad de Jesús es una fraternidad donde cada uno debe saberse respetado en su originalidad.

La comunidad de Jesús es unidad desde las diferencias.

Es oportunidad de tareas que ayuden a crecer en la unidad.

Por ello es que tal comunidad es, por sobre todas las cosas, realidad integradora puesto que ello es una de las características que más dicen de Dios.

Es obvio que la comunidad propuesta por Jesús no dice de números pero no apunta a multitudes.

Para que dicha comunidad sea promotora de humanidad no puede decir de muchos miembros ni de grandes locales o espacios  cargados de solemnidad.

Son espacios donde se comparte, con naturalidad y espontaneidad, la vida y sus situaciones.

No es lugar para monólogos magistrales sino conversaciones compartidas.

Para llegar a la comunidad de Jesús se necesita la libertad de realizar un proceso de búsqueda y aprendizaje.

No hay modelos para copiar sino experiencias que muestran que es posible.

Sin duda que llegar a la propuesta de Jesús debe de requerir tiempo, paciencia y volver a intentarlo.

Los doctos deben aprender a escuchar y los silenciosos a  saberse escuchados.

Allí todos valen por igual.

Allí todo aporte es valioso puesto que tenido en cuenta.

No hay de aportes más  o menos importantes puesto que todos en nivel de igualdad.

La comunidad de Jesús es una escuela de vida, desde la vida y para una vida mejor.

La comunidad de Jesús es una escuela de humanidad y servicio.

Es, sin duda, un camino donde se debe transitar con coraje, audacia y disponibilidad.

Coraje para crear caminos de búsqueda.

Audacia para transitar caminos nuevos.

Disponibilidad para construir fraternidad.

Jesús soñó con hermanos compartiendo vida y fraternidad.

Con hermanos saliendo al encuentro de otros para que vivan la experiencia de la unidad.

Mirar la comunidad de Jesús es todo un desafío que se nos presenta.

Si Él nos lo plantea ¿o valdrá la pena dar pasos para intentarlo?

No ha de ser un camino fácil pero, sin duda, ha de ser reconfortante transitar por él.

 

Padre Martin Ponce de León SDB