VALENTINA

 

Desde la primera noticia de su desaparición sentí en mi interior que algo trágico le había sucedido.

Cuando trascendió la noticia del vecino que le había visto entrar al monte algo en mi interior me dijo él sabía mucho más de lo que decía.

Luego de varios días de intensa búsqueda aparece su cuerpo. Todo lo demás ya es sabido, desgraciadamente sabido.

Desde el interior surgen preguntas y las mismas no tienen respuestas.

¿Qué nos está pasando?

¿Por qué pensar que algo le habían hecho?

¿Por qué no pensar se había extraviado?

Así como sabemos que dos más dos son cuatro todo llevaba a pensar en un trágico desenlace.

Algo está muy mal y no logro encontrar una respuesta que calme mi inquietud.

¿Qué nos está pasando?

Hoy ha sido ella pero es un relato que ya resulta, desgraciadamente, muy frecuente.

No podemos acostumbrarnos a una realidad que resulta aberrante y enfermiza.

Tampoco podemos resignarnos a una respuesta puntual. Como si lo sucedido fuese un hecho aislado.

Sería muy simple limitarnos a intentar buscar como respuesta el decirnos que quien realizó tal hecho es, sin duda, una persona enferma.

Tal vez sea una persona socialmente enferma y ello nos dice que la sociedad está enferma.

Pero, bien lo sabemos, la sociedad como tal no existe. La sociedad existe en nosotros que la constituimos y vivimos.

¿Qué nos está pasando?

Lo sucedido a Valentina no es un algo que pasó a muchos kilómetros de distancia.

Es un algo que sucedió en este hoy y en este nosotros sociedad.

Algo hemos perdido y debemos tomar conciencia de la urgente necesidad de volver a recuperarlo.

No debe haber más Valentinas en nuestra sociedad y para ello todos debemos hacer algo con urgencia.

Hemos perdido valores y tenemos que recuperarlos.

No podemos continuar viviendo en un hoy donde nos acostumbremos a acontecimientos como este.

Todo nos dice que debemos recuperar la confianza en los demás pero, mientras tanto, debemos extremar los cuidados.

Hemos perdido el respeto por el otro y debemos recuperar tal realidad.

No vivimos en un mundo donde todo debe ser impuesto.

No nos debe regir la ley del más fuerte.

Debemos aprender a respetarnos. Es un ejercicio diario y constante.

Siempre podemos respetar un poco más a los demás.

Es un respeto que nace de la diversidad.

Es un respeto que crece con la originalidad del otro.

Hemos perdido el valor de la dignidad de la mujer.

Por más que muchas veces nos lo presenten como un objeto de deseo y utilización la mujer es una persona y merece todo nuestro reconocimiento.

Debemos hacer mucho en este sentido puesto que siempre existen esas mujeres que despiertan nuestra admiración y debemos ayudar a que nunca pierdan su dignidad.

¿Qué nos está pasando?

Debemos hacer algo para que no haya ninguna Valentina más.

 

Padre Martin Ponce de Leon. SDB