Naipes (y Biblia): incienso

Padre Pedrojosé Ynaraja

 

Cada semana escojo alguna carta de la baraja a la que me vengo refiriendo, asegurándome desde el principio que conozco la planta la que se referirá, que conseguiré fotografías buscándolas entre las muchas que hay por los diversos discos duros que tengo o saldré con la cámara a completarlas.

 

La primera decisión que tomo es saber cuántas veces aparece citada en la Biblia, la planta y sus conceptos derivados. En este caso el incienso es citado 145 veces y las voces derivadas, que no es necesario especificar ahora, 23. Se trata, pues, de algo importante para aquella cultura.

 

El segundo paso que doy es acudir al ínclito Google, de gran utilidad, pero que a veces sorprende. Es lo que me ha pasado a mí en esta ocasión. A la primera petición, el programa me advierte que dispone de 761.000 archivos. Empiezo a abrirlos y me canso, voy mirando y mirando y solo se refieren a los “bastoncitos perfumados” que tanto se han extendido entre nosotros como simples desodorantes ambientales, huelen a sándalo, canela, vainilla u otros mil perfumes más. Del incienso que conozco desde niño, nada de nada. Y no me voy a pasar una semana averiguando si entre los 761.000 que me ha informado el programa, alguno de ellos me resulta útil. Se me ocurre entonces escribir el nombre científico del incienso: “Boswellia sacra” y la respuesta se reduce, informa que solo conserva 20.300 archivos. ¡Menos mal que son tan pocos!

 

“AYUDAR A MISA”

 

Recuerdo que en mis tiempos de estudiante me prestaba a “ayudar a misa” que era diferente a ser monaguillo, empleo este que suponía recibir “una perra gorda” por servicio. Es decir 10 céntimos de la peseta de aquellos tiempos que, recuérdese, un Euro equivale a 168 de aquellas. ¡Buen sueldo era aquel! No hay duda (sic). Una de las ocupaciones del monaguillo era encender carbón vegetal y lograr que se conservase ardiendo hasta el momento preciso que la celebración litúrgica lo necesitase, cosa esta que no era tan sencilla como pueda parecer.

 

La maniobra se realizaba mediante un incensario, en la Biblia aparece este instrumento citado 8 veces. En el momento oportuno, se levantaba la parte superior del cacharrito y el clérigo que presidía, con una cucharilla, sacaba incienso de la naveta, así se llamaba el recipiente que lo contenía y lo depositaba sobre las brasas. De inmediato un humo espectacular se elevaba y todo el ámbito se llenaba de su perfume, olor muy agradable de por sí.

 

LAS REFORMAS

 

Llegaron las reformas litúrgicas y la simplificación de los ritos, cosa respetable. Pero en algunos casos suprimió o no exigió, ceremonias que pertenecían al lenguaje simbólico, lamentable decisión. Paralelamente, se trató de conseguir incienso a bajo precio, mezclando en el polvo diversas substancias, el resultado fue que más que ambiente perfumado, se convirtió en molesto olor, sin significado alguno.

 

 Este fenómeno desagradable constato ahora que no es universal. Las Iglesias Orientales, las Ortodoxas y las unidas a Roma, lo han conservado y uno al entrar en ellas percibe que “huelen a liturgia”.

 

He de reconocer que no en todos los lugares donde se celebra liturgia latina ocurre lo dicho. Se de algún monasterio que disponen de tres clases de incienso, para quemarlo de acuerdo con la importancia del rito, pero las tres siempre de agradable olor.

 

EL INCIENSO

 

¿Qué es en realidad el incienso? Solo se puede dar una respuesta que sea cierta, aunque no exclusiva. El incienso es una resina, que desprende agradable perfume al quemarse, procedente de la madera o la savia, conseguida mediante incisión en la corteza de un arbusto que responde a dos nombres, según sea su origen oriental o meridional. Boswelia thurifera y boswelia sacra. Prácticamente iguales.

 

A los pueblos antiguos les interesaban mucho los perfumes, sin que fueran manifestaciones de lujo, de manera que se había establecido un comercio que, semejante a la ruta de la seda, generaba trayecto de caravanas negociantes de aromas. Me refiero ahora al que, procedente del Olíbano o franquincienso, proveía a las comunidades de Medio Oriente o de la misma Roma, pese a que junto con este, los mercaderes acarreaban otros. El que estoy hablando tenía fundamentalmente utilidad religiosa.

 

Ya he dicho que en la Biblia es citado muchas veces, pero otras culturas colindantes también lo usaron. Mención especial debe hacerse de la romana, recordando que en sus altares y a sus ídolos, en su honor y como gesto de adoración, se les ofrecía incienso. A los cristianos se les exigía hacerlo en honor de sus divinidades, de tal manera que si se negaban se les condenaba a la pena capital. Es interesante mencionar esta cuestión para comprender el porqué de que en los primeros siglos de la Iglesia, no se usaba nunca incienso, por el significado cultural de adoración sacrílega que había tenido.

 

ALTARES DE PERFUMES

 

El pueblo judío de acuerdo con su fe y las otras familias religiosas de su tiempo utilizaron siempre altares de perfumes fabricados de bronce, de oro, o de piedra, según la categoría del lugar. En cualquier espacio dedicado al culto descubre la arqueología dichas aras. Eran estas de menor tamaño del que tenían los destinados a las ofrendas de víctimas. Los que aparecen en la ilustración corresponden al acceso al “Santo de los santos” del templo de Arad, contemporáneo del de Salomón y semejantes a los de Dan y Banias, en el norte, en las fuentes del Jordán o en Meguiddó a poco más de 30km al sur de Nazaret. Me he referido a los que he tenido oportunidad de ver.

 

MERCADO DE AMÁN

 

Quise saber cómo era el incienso en su país de origen y conseguí primero que me trajeran una cajita comprada en el mercado mundial de Amán. No es muy diferente al que se consigue aquí si uno se esmera en buscarlo. Huele a incienso, valga la expresión.

 

La otra muestra son unas ramas secas, las consiguieron en Dubái. Me dijo quien me las trajo que las compró a un precio que le pareció excesivo, pero que las venden según le explicaron para elaborar perfumes. Ninguna de las personas que he aludido pudo ver un árbol de incienso.

 

El comercio de tal resina debe ser un buen negocio, prueba de ello, de que el incienso entra en la composición de ricos perfumes, son las 153 marcas de fragancias que reconocen que entra en su composición. Las de primera categoría, evidentemente, no hacen referencia a sus fórmulas, aunque, de acuerdo con “revistas del corazón” también lo incluyen. (Continuaré)