Mensaje de la semana
¿Hacia un pensamiento totalitario?
Pensar implica abrirse a la verdad, la justicia,
la belleza, el bien. Pensar es el presupuesto base para que la
libertad madure y se oriente rectamente. Por eso el pensamiento
totalitario busca, como uno de sus principales objetivos, amordazar,
perseguir y aislar a los que no piensan según los dictadores de
turno.
Algunas voces se han alzado en el pasado y se alzan en
el presente contra esa mordaza de los defensores del pensamiento
totalitario. Denuncias como la del famoso George Orwell en “1984”, o
la de la reciente novela “El dador” de Lois Lowry, son paradigmas de
esas voces, muchas de las cuales luchan ante la indiferencia o
incluso la hostilidad de quienes deberían ser paladines de la
libertad.
¿Existen, actualmente, personas y grupos que buscan
imponer un pensamiento totalitario? Sí, por ejemplo cuando se
prohíbe por ley la libertad de investigación histórica; o cuando se
aprueban leyes contra supuestas “fobias” que impliquen acusar de
enemigo y peligroso a cualquiera que se oponga a tales leyes; o
cuando se impide enseñar ideas religiosas o éticas con el falso
pretexto de que ofenden a los que piensan de otra manera; o cuando
se declara como derecho un acto tan injusto como el aborto y luego
se etiqueta como violento precisamente a quienes van contra tal
“derecho”...
Lo que sorprende es la pasividad de muchos ante
presiones locales, nacionales o internacionales a favor del
pensamiento totalitario. Si algo grande tiene el ser humano, con
todos sus errores del pasado y del presente, consiste precisamente
en su capacidad de pensar más allá de imposiciones arbitrarias y de
mordazas amparadas en falsos derechos y en presiones ideológicas de
algunos grupos.
Por eso, defender el derecho a pensar y a
expresar las propias convicciones ante leyes absurdas, que buscan
amordazar a los opositores, resulta no sólo una necesidad, sino
incluso una obligación para salvar a las sociedades de sucumbir bajo
el control de grupos totalitarios.
El pensamiento
totalitario, ciertamente, buscará aplastar a los opositores. Lo ha
hecho en dictaduras como las de Hitler, Lenin, Stalin y Mao. Lo hizo
incluso durante la Revolución francesa con el falso pretexto de
defender la idea de libertad usada ideológicamente por grupos
fanáticos de intolerantes revolucionarios. Y lo hace en el mundo
democrático con tácticas sutiles, en las que bajo la supuesta y
engañosa idea de que se defienden a minorías lo único que se busca
es silenciar arbitrariamente a cualquiera que piense autónomamente.
Quizá los defensores de estos abusos vean un día, con sorpresa,
cómo los mecanismos totalitarios que promueven se vuelven contra
ellos. El “mito” de la revolución que engulle a sus hijos no es un
mito, sino una triste realidad.
Abrir los ojos ante las
amenazas del pensamiento totalitario y de quienes lo promueven
permitirá una reacción enérgica para que la justicia sea defendida y
para que los hombres y mujeres de nuestro planeta puedan buscar,
libremente, aquellas verdades que anhelan en lo más íntimo de sus
corazones.