PONER EN PRÁCTICA

 

En diversas oportunidades, los relatos evangélicos nos dicen de la necesidad de poner en práctica la Palabra de Dios.

Sin duda que la Palabra, a la que se hace referencia, va mucho más allá de un texto.

Sin duda que la Palabra, a la que se hace referencia, va mucho más allá de una doctrina.

Dice de la interioridad de un ser que se hace manifiesta.

Dice de la esencia de un ser que se revela.

Por ello la Palabra de Dios es la propuesta de un estilo de vida.

Cuando se nos dice poner en práctica la Palabra se nos está diciendo poner en acto a Dios.

Desde nuestra condición de criaturas tal cosa no es otra que proyectar a los demás lo que experimentamos de Dios en nuestra vida.

Es, por sobre todas las cosas, una experiencia personal que se prolonga y proyecta.

Jamás podemos llevar a la práctica realidades que no hemos sabido experimentar previamente.

Nuestra experiencia personal de Dios es lo que llamamos fe.

Es, siempre, un algo que nos desborda y trasciende.

Jamás podemos entender, debidamente, lo de Dios en nuestra vida.

Pero, sí, podemos experimentarle actuando en nosotros.

Esas experiencias no son para que, únicamente, las disfrutemos o hagamos culto.

Son, siempre, para que las prolonguemos en los demás.

Nuestra primera y gran experiencia de Dios es la de  un alguien que no se mantiene al margen.

Dios no es un mero espectador de nuestra vida.

Él se involucra con nosotros.

Su involucramiento responde a la generosidad de su amor.

Porque ama lo nuestro no le resulta indiferente.

Es un amor que se hace cercanía y respeto.

Él no actúa para obligarnos o imponernos sus deseos.

Él no actúa para que hagamos lo que desea y cómo lo desea.

Actúa para hacernos más libres porque más personas responsable de nuestras decisiones.

Dios nos ama por sobre nuestras conductas o nuestros comportamientos.

Nos ama sin interesarse por nuestro pasado sino por nuestra realidad de hoy.

Esa experiencia de Dios se hace necesario ponerla en práctica en nuestra relación con los demás.

Si siempre lográsemos actuar de tal manera, sin duda, tendríamos una realidad de seres libres, maduros, responsables y fraternos.

Si siempre lográsemos actuar de esa forma cada uno de los demás nos resultarían importantes porque importantes para Él.

Tendríamos unas relaciones muy respetuosas sin tener que andar hurgando en el pasado de quien importa por lo que es y por cómo es.

Dios no anda cuestionándonos por nuestras conductas pasadas ni nos reprocha por lo que hemos realizado.

Siempre nos brinda, porque nos ama, una nueva oportunidad para que así actuemos con los demás.

Poner en práctica la Palabra es un prolongado proceso de aprendizaje en y para la vida.

 

Padre Martin Ponce de Leon SDB