Oraciones por la lluvia
P. Fernando Pascual
16-12-2017
Después de varios meses de
sequía, el obispo pidió oraciones por la lluvia. El domingo, los párrocos
invitaron a la gente a suplicar a Dios el don del agua.
Dos días antes, el pronóstico del
tiempo anunciaba la llegada de lluvias abundantes a partir del lunes. Y el
lunes, puntualmente, empezaron.
Un crítico observó estos
hechos y publicó sus impresiones. En concreto, dijo que era muy fácil pedir la
lluvia cuando ya estaba anunciada en los pronósticos...
Según pensaba ese crítico,
hacer oraciones por la lluvia un domingo cuando se sabía que iba a llegar al
día siguiente, ¿no sería una forma curiosa de engañar a la gente?
Porque los católicos, al
constatar el lunes la lluvia generosa que aliviaba los campos y las ciudades,
podrían pensar falsamente (según juzgaba el crítico) que llovía gracias a sus
oraciones.
Si analizamos la situación más
a fondo, tanto el crítico como los creyentes saben que la lluvia no llega
porque lo diga el servicio meteorológico (que muchas veces se equivoca) sino
por otras causas.
Pero el crítico y los
creyentes ven esas causas de modo diferente. Para el crítico, la lluvia llega
por fuerzas ciegas que nadie (ni siquiera una divinidad) puede controlar.
En cambio, los creyentes miran
el mundo, con todas sus leyes complejas, como algo querido por Dios. Un Dios
que es bueno, que ama a sus hijos y que "hace salir su sol sobre malos y
buenos, y llover sobre justos e injustos" (Mt 5,45).
¿Se trata de dos visiones
incompatibles? No, pues la ciencia intenta explicar la naturaleza con leyes que
describen los fenómenos, pero sin excluir la existencia de un Dios que actúa
desde lo propio de la física y de la química.
Por su parte, la fe no
renuncia a conocer esas leyes, ni deja de mirar los pronósticos para decidir si
uno sale de casa con o sin paraguas. Simplemente añade algo a la ciencia: la
apertura y la confianza en la acción de Dios en nuestro mundo.
El lunes, las campanas han
tocado a rebato con alegría: la lluvia ha empezado a aliviar un territorio
debilitado tras largos meses de una sequía dañina.
Los creyentes dan gracias a
Dios, que nuevamente ofrece el don del agua a sus hijos y a tantas creaturas
(plantas y animales) que comparten con nosotros la maravillosa aventura de la
vida terrena...