Momentos para la reflexión
P. Fernando Pascual
30-12-2017
Termina el ajetreo de un día
ordinario. Aparatos apagados. Silencio en la habitación. Un momento para
reflexionar.
Reaparecen preguntas sobre
temas esenciales. Sobre la vida y la muerte, sobre lo bueno y lo malo, sobre el
propio camino y el de quienes están a nuestro lado.
Todos necesitamos momentos
para la reflexión. Los necesitamos, para que el flujo no nos arrastre. Los
anhelamos, porque deseamos encontrar respuestas.
En esos momentos recogemos
parte de esa marea de datos e informaciones que han llegado a nuestras vidas.
No podemos seguir adelante con tantos hilos inconexos.
¿Hay pistas y señales que dan
unidad a tantas experiencias? ¿Tiene sentido ese trabajo que realizamos cada
día, quizá entre aburrimientos que confunden o entre entusiasmos que
narcotizan?
No basta con las preguntas.
Necesitamos luz para poner cada cosa en su lugar. Porque la vida no puede ser
una corriente caótica que inicia casualmente y que termina de modo previsto o
inesperado.
Miramos al cielo y queremos
encontrar señales de ese Dios que da sentido a la historia. Miramos al corazón,
donde vibran deseos de bondad como ascuas entre cenizas de problemas.
Dejamos que un viento fresco
aleje, por unos instantes, todo aquello que nos aturde y encandila, para
reflexionar en serio sobre la propia vida.
Entonces será posible
reconocer esa luz que ilumina a todo hombre y que está presente desde que
Cristo vino al mundo (cf. Jn 1,9). Una luz que
guía nuestros pasos y permite orientarlos hacia una meta que apasiona: el hogar
donde nos espera nuestro Padre de los cielos...