UNIVERSALIDAD Y LOCALISMO

 

Padre Pedrojosé  Ynaraja  Díaz

 

Se decía del Papa Juan-Pablo II que llenaba estadios y vaciaba parroquias. Algo semejante se afirmaba del movimiento de los Cursillos de Cristiandad que tanta fama tuvo entre nosotros. No seré yo quien niegue estas realidades. Ahora bien, no es cuestión de buscar culpabilidades, sino de analizarlas. Hoy solo lo apunto.

 

Lo pensaba estos días, teniendo presente que en Basilea, de acuerdo con las noticias que nos llegan por los medios, se reúnen 20.000 jóvenes relacionados con el monasterio de Taizé y, en mi caso, con motivo de una fiesta, no ha venido nadie a misa.

 

Simultáneamente, leyendo el “Martirologio Romano”, me he encontrado con que San Libosio, uno de los santos de la primitiva Iglesia, que habitó Túnez, decía: Cristo dijo en el Evangelio: yo soy la Verdad y no dijo yo soy la costumbre.

 

Pese a separarnos del santo más de 1600 años, su sentencia continúa siendo oportunísima hoy. Suena como motivos de ausencia a las celebraciones litúrgicas, que tal día a tal hora, se reúne la familia a cenar y esperar la llegada del nuevo año. O que el día de Navidad es una fiesta familiar que debe congregar a todos. A esto último uno siempre añade: es fiesta de la familia cristiana, y más específicamente, lo es la solemnidad de la Sagrada Familia. ¿y dónde está la familia cristiana, si no se ha acercado a la iglesia y se ha unido sacramentalmente al Cristo-Niño?. ¿y de qué clase de familia se trata?. Porque los múltiples divorcios y juntados, separados y reajuntados, que se encuentran con frecuencia en tales momentos, uno no sabe cómo debería llamar.   

 

Sin duda, uno de los valores que se aprecian hoy en día es el de la libertad. Nadie puede negar que en los encuentros multitudinarios, se goza de tal privilegio. Los “católicos de parroquia” se conocen entre sí y esta relación conlleva sentirse comprometidos respecto a la vida cristiana y a la preocupación por el posible alejamiento de la Fe de alguno, o la satisfacción que se siente en la mini-comunidad, cuando alguno escoge un mayor servicio en la Iglesia.

 

Recuerdo ahora que Ortega y Gasset dice que el mayor acto de libertad humana es el voto de obediencia. En mi apresurado e improvisado análisis, añado ahora.

 

Asistí a las Jornadas Mundiales de la Juventud de Madrid. Acudía yo que no era joven, en mi condición de periodista, que mediante mensajes semanales dirigidos a jóvenes lectores, soy seguido, según estadísticas, por 7 u 8.000 diarios. Mi credencial me identificaba también como sacerdote y no rehuí tal vocación. Acudí a aquella avenida jalonada de confesonarios. No violo el secreto sacramental, si digo que la mayor parte que escuché la iniciaban así: hace mucho tiempo que estaba alejado, pero estos días de la JMJ me he dado cuenta de mi error y quiero volver… Siempre lo he recordado, comparándolo con tantas reuniones en las que no faltan guitarras y espectáculos, pero carecen de vinculaciones personales al compromiso personal cristiano.