CADA DÍA SU AFÁN
Diario de León
ACTITUDES ENTE EL EMIGRANTE
“Cada forastero que llama a
nuestra puerta es una ocasión de encuentro con Jesucristo, que se identifica
con el extranjero acogido o rechazado en cualquier época de la historia”. Así
comienza el mensaje que el papa Francisco nos ha dirigido para la Jornada Mundial del Migrante y del
Refugiado, que tendrá lugar el
día 14 de enero de 2018.
A este desafío todos estamos llamados a responder con generosidad,
diligencia, sabiduría y amplitud de miras. Retomando lo que escribió en el
mensaje para la Jornada Mundial de la paz, el Papa resume nuestra respuesta
común en cuatro verbos: acoger, proteger, promover e integrar”.
1. Acoger significa ampliar las posibilidades para
que los emigrantes y refugiados puedan entrar de modo seguro y legal en los
países de destino. Hay que incrementar y simplificar la concesión de visados
por motivos humanitarios y por reunificación familiar.
En lugar de la expulsión colectiva de emigrantes y
refugiados, hay que ofrecerles un alojamiento adecuado y decoroso. Sus condiciones
requieren que se les garantice la seguridad personal y el acceso a los
servicios básicos.
2. Proteger significa defender los derechos y la
dignidad de los emigrantes y refugiados, en su patria y en el país de
inmigración. Esto implica “un acceso equitativo a la justicia, la posibilidad
de abrir cuentas bancarias y la garantía de lo básico para la subsistencia
vital”.
Además, exige la libertad de movimiento, la
posibilidad de trabajar y el acceso a los medios de telecomunicación. Hay que
facilitarles la asistencia sanitaria, un sistema de pensiones y la transferencia
de sus contribuciones en caso de repatriación.
3. Promover quiere decir dar a los emigrantes y
refugiados la posibilidad de realizarse como personas en todas las dimensiones
que componen la humanidad querida por el Creador, según lo indicaba Pablo VI,
en su encíclica Populorum progressio.
Entre estas
dimensiones de la persona, menciona el Papa la valoración de su trabajo, el
reconocimiento de la libertad de profesar y practicar la propia fe, el apoyo a
la reagrupación familiar y la ayuda a los discapacitados.
4. Integrar, no significa suprimir u olvidar la
identidad cultural de los inmigrantes, sino el reconocimiento de sus valores. Este
proceso exige el ofrecimiento de la ciudadanía a los emigrantes que llevan una
larga permanencia en el país.
Hay que favorecer la cultura del encuentro,
multiplicar las oportunidades de intercambio cultural, demostrar y difundir las
prácticas de integración y crear programas que preparen a las comunidades
locales para los procesos integrativos.
La Iglesia está dispuesta a comprometerse para que
se lleven a cabo todas estas iniciativas. Sin embargo, para obtener los
resultados esperados es imprescindible la contribución de la comunidad política
y de la sociedad civil.
José-Román Flecha Andrés