Vegetales y Biblia: plátano

Padre Pedrojosé Ynaraja

Al platanus orientalis se refiere el texto bíblico. El que vemos por nuestros parques o riberas se considera un híbrido del Platanus orientalis y Platanus occidentalis. Llegó el del Oriente Medio de tierras asiáticas.

Por Tierra Santa abunda, como también por toda la cuenca mediterránea. Crecía en el Ágora de Atenas, según crónicas. Es un árbol de enorme altura que crece con facilidad y resiste las podas más crueles que uno pueda imaginar. Tal vez esta propiedad sea la que más uno recuerde y que le haya permitido subsistir. Esta y el que al engordar es incapaz su corteza de hacerlo y por tanto se va desprendiendo en porciones, dándole el aspecto de árbol enfermizo, que sufre enfermedad cutánea.

En las fotos que adjunto puede verse unos ejemplares que crecen junto a mi casa y ribereños del río Congost que pasa junto a mi domicilio y en otras, detalles de su corteza con las franjas de que hablaba antes. La poda del ejemplar que aparece en otra foto no supondrá su ruina, en verano será sombrilla que acogerá al viandante, sin que el sol le abrase. Sus hojas semejan a las del arce, el que aparece en la bandera de Canadá, de aquí que al verlas algunos los confundan.

Lo curioso del caso es que dada su apariencia recia y la abundancia de ejemplares que uno encuentra por doquier se imagina que será de madera útil en ebanistería o la construcción, pero he de confesar que trabajé cerca de 15 años en una carpintería y nunca vi ni tablones, ni listones de esta madera. He buscado en el sabelotodo google y aunque dice que su madera se emplea en carpintería es poco explícito en detalles.

EN LA BIBLIA

En la Biblia es mencionado nuestro árbol en tres lugares, me detengo en uno, el más curioso. La utilidad que le atribuye el texto bíblico al plátano es casi mágica, por no decir hechicera. El buen Patriarca Jacob, siendo un jovencito mujeriego y queriendo como todo quisque independizarse de su tío el jeque Laban, a quien servía como mayoral, que le había facilitado a su solicitud, esposa por duplicado. Lía la hija mayor, de ojos legañosos y la preciosa Raquel, su bien amada, siendo su honesto deseo volver con los suyos a su tierra, la que Dios había prometido a su abuelo Abraham y provisto de cierto número de cabezas de ganado, para complacer a su familia, sin sentirse esclavo de su hermano Esaú, al que, de manera astuta había arrebatado la primogenitura, ya que el suegro no le aportaba lo que con su trabajo se lo había ganado y le correspondía, acude a una argucia muy curiosa.

OSCUROS, PINTOS O MANCHADOS

Le dice al viejo que, a partir de entonces, se quedará con los animales oscuros, pintos o manchados. Los que nazcan de color uniforme serán para el cacique, los otros para él. Está conforme el sheik beduino y nuestro protagonista corta y clava junto a los abrevaderos, varas de álamo, almendro y plátano. Cuando los machos van a beber, la compañía de las estacas les hace entrar en celo y las ovejas paren muchos corderos o cabritos de piel manchada, con lo que el botín que en justicia se atribuye, es abundante y de inmediato huye al Sur, a tierras cananeas.

El pasaje es muy curioso, nadie ni entonces ni ahora le atribuye a tales bastones capacidades estimuladoras de la libido de los carneros, viagra para animales, dicho de otra manera, pero al patriarca, según parece, le dio buen resultado. Copio el pasaje textualmente, pese a ser repetitivo, aparece en Génesis 30, 37: "O sea, que se calentaban a la vista de las varas, y así parían crías listadas, pintas o manchadas. Luego separó Jacob los machos, echándolos a lo listado y negro que ahora había en el rebaño de Labán, y así se fue formando unos hatajos propios, que no mezclaba con el rebaño de Labán

En el Eclesiástico 24, 14, se dice: Como palmera me he elevado en Engadí, como plantel de rosas en Jericó, como gallardo olivo en la llanura, como plátano me he elevado. Vuelve a mencionarse en Ezequiel 31, 8 que dice así: “No le igualaban los demás cedros en el jardín de Dios, los cipreses no podían competir con su ramaje, los plátanos no tenían ramas como las suyas. Ningún árbol, en el jardín de Dios, le igualaba en belleza.

EN LAS CARRETERAS

Volviendo al principio. Por nuestras carreteras en lejanos tiempos, transitadas por carros y escasos coches, para que ni el arriero ni el caminante, sufrieran los calores del sol de verano y tampoco se calentara demasiado y se fundiera el alquitrán, franqueaban las sendas plátanos, que refrescaban con su sombra. En otras vías, es verdad, se plantaban chopos. Fue desapareciendo la tracción animal y los vehículos, automóviles y camiones, aumentaron la velocidad. Pintar de blanco la corteza de los árboles, ayudaba a delimitar los bordes, pero aceleraron de tal manera que era imposible escaparse por entre dos ejemplares, en caso de perder el control el conductor. Además, si bien los chopos conservaban La pintura, por lo que he dicho, los plátanos la expulsaban Hoy autopistas, autovías y carreteras careen de ellos. Dada su gran vitalidad continúan sirviendo en jardinería o creciendo libremente, sin que uno sepa cómo han llegado a los sitios más insólitos donde se los encuentra uno.

QUEHACER ANÓNIMO

El plátano es el símbolo del útil quehacer anónimo de muchas personas. En una orquesta sinfónica, uno se da cuenta del protagonismo que goza el fagot o el oboe, hasta del minúsculo triangulo, en algún momento y que suenan solos. Los violines abundan, forman el conjunto, en sus intérpretes individuales nadie se fija, pero engrandecen la melodía, son su fortuna anónima. Parecería que si uno o varios dejasen de sonar, nadie lo sabría, pero el compositor sabía que para la perfección de su sinfonía, cada uno era preciso que cumpliera con su papel. Los que carecemos de protagonismo y nuestra labor es ignorada, en la sociedad y en la Iglesia, debemos de aprender del plátano y nunca defraudar con el abandono de nuestro deber, programado por Dios, exclusivamente para cada uno, aunque suene o sirva anónimamente.