PRIMEROS
DISCÍPULOS
Los primeros discípulos de
Jesús son seres conocidos suyos.
Son seres con quienes ya
había compartido durante un tiempo.
Pero un día, decide
invitarles a compartir una nueva aventura.
No les propone una
catequesis ni les transmite una doctrina.
Sus primeros discípulos le
siguen producto de la admiración que su actuar despierta en ellos.
Sin duda que su actuar no
habría de despertar en todos similar admiración.
Atraídos por su
personalidad deciden comenzar la aventura de seguirle.
No era simple hacer tal
cosa pero igual lo hacen.
La experiencia les mostraba
con múltiples ejemplos el fin que habían llevado diversos seguidores de otros
iluminados despertadores de discípulos.
Cualquiera sabía que, en
aquel tiempo, el destino de muchos discípulos había sido la muerte del promotor
del movimiento como la de los más cercanos seguidores.
Jesús despierta tal
admiración que, parecería, no importa correr tal riesgo.
Mucha idea de lo que Jesús
se propone no se tiene pero, igualmente, se deciden a seguirle.
¿Qué es lo que despierta
tal admiración?
Sin lugar a dudas lo que
más llama la atención es el actuar de Jesús.
Realiza signos que no les
resultan indiferentes.
Realiza signos con una
novedad que no les resulta indiferente.
Sus signos no van
precedidos de rituales o invocaciones. Ello era lo común de la época.
Jesús se limita a atender
la solicitud del que acude hasta Él.
Ello va a ser un común
denominador en la mayoría de sus signos.
Actúa, cura, libera y tales
cosas, parece, responden al deseo de quien le formula el planteo.
No invoca a nadie para
justificar su actuar.
Eran comunes, en aquel
tiempo, los curanderos y los exorcistas. Se ganaban la vida realizando tales
cosas.
A diferencia de ellos Jesús
lo hace gratuitamente.
No espera recompensa de su
accionar.
También, esta forma de
actuar, debe de haber despertado admiración en quienes le veían.
No era para nada común el
actuar desinteresadamente.
Jesús, desde los comienzos
de su actividad pública, viene a romper con los moldes existentes.
Todo lo suyo viene animado
por el cambio y promoviendo al cambio.
En un determinado momento,
los relatos evangélicos, van a poner en su boca “No se les dará otro signo que
el de Jonás” y dicho signo dice del cambio de Dios.
Había prometido la destrucción
de Nínive y concluye perdonando a los ninivitas por su conversión.
Él no puede actuar de otra
forma que no sea cambiando lo establecido.
Para actuar de tal forma se
necesita mucha personalidad y convicción.
Tales cosas deben de haber
despertado mucha admiración en aquellos primeros invitados a seguirle.
Mirando tal realidad es que
uno se pregunta sobre lo que falla en nuestro testimonio.
¿Por qué es que resultamos
tan poco creíbles?
¿En qué es que estamos
fallando?
¿Convicción? ¿Entusiasmo?
¿Qué Jesús presentamos
desde nuestra vida que resulta tan poco convincente?
Padre
Martin Ponce de Leon SDB