ALGO
DISTINTO
Aquella joven vino al país
a realizar una experiencia.
Se integró a un grupo y
comenzó la actividad junto al resto.
Un día, jugando, se realizó
un esguince en un tobillo.
Dolía demasiado como para
no tenerlo en cuenta.
Casi inmediatamente se
comenzó a hinchar.
El dolor y la hinchazón le
impedían desplazarse.
Allí se le terminó el
compartir con los demás para comenzar a vivir algo distinto.
Los primeros días fueron de
actividad y luego de inactividad casi total.
Para todo debía desplazarse
y ello era un imposible para su tobillo hinchado y doliente.
Allí comenzó un estar
integrada dese su quietud y no participación.
El grupo iba y venía y ella
debía resignarse a acompañarles desde su estar lo más quieta posible.
Ni siquiera podía
acompañarles a las horas de las comidas. Para hacerlo debería realizar un
importante traslado y ello le estaba impedido.
Recibía comentarios de las
actividades realizadas y con ello debía conformarse.
Escuchaba cuentos y
anécdotas y a eso se limitaba.
Eran muchos sus ratos de
soledad y silencio.
Era muchos sus ratos de
gastar el tiempo recostada sobre su colchón deseando su tobillo volviese a la
normalidad y el dolor le permitiese apoyar el pie y caminar.
Los días pasaban y nada de
ello sucedía.
Debía resignarse a otro
tipo de actividad.
Participar sin estar.
Acompañar sin moverse.
No era lo que había
imaginado ni lo que había supuesto de la
actividad.
Venir desde tan lejos para
asumir una tarea que no habían imaginado sería posible.
No le habían preparado para
ese algo tan distinto que le tocaba desempeñar.
Nunca estamos preparados
para desempeñar una tarea así.
En primer lugar nos gana la
sensación de frustración y fastidio.
No es sencillo asumir que
desde la quietud se puede ser útil.
No es fácil asumir que
desde la imposibilidad se puede tener una actividad.
Es algo tan distinto que
nunca se habla de tal posibilidad.
Hay que ir improvisando
para utilizar esa palabra (muy bonita palabra pero muy difícil de hacer
realidad) “resiliencia”
No es fácil trasformar lo
negativo en positivo.
Desde la teoría puede
resultar muy simple pero no desde la realidad.
No alcanzan las ganas ni
los deseos. El tobillo se encarga de hacer saber que está impidiendo apoyar el
pie o desplazarse.
No es fácil sentirse útil
cuando hay nada por hacer.
No es fácil sentirse
colaborando cuando la actividad se limita a escuchar anécdotas.
No es fácil sentirse
actuando cuando todo se limita a que le atiendan.
Suena a muy bonito el que
se nos diga que todos somos necesarios porque útiles.
Cuesta muchísimo asumir
que, en determinadas circunstancias, lo nuestro se limita a algo distinto.
En oportunidades no es el
tobillo sino la edad u otras nanas las que nos dejan a un costado de la
actividad.
No es que no seamos útiles
sino que debemos asumir se nos pide algo distinto.
En oportunidades el “¿Por
qué a mí?” surge en nosotros cuando en realidad deberíamos asumir un “¿Por qué
no a mí?”
Somos útiles y necesarios
aunque debamos realizar algo distinto.
Padre
Martin Ponce de León SDB