FANTASMAS
Después de quince días de
actividad intensa se han marchado.
Por diversos lugares han
quedado sus fantasmas.
Allí van y vienen
despertando recuerdos y haciendo revivir momentos.
Ellos se han marchado y
dejaron todo en perfecto orden.
No hay cosas olvidadas ni objetos
fuera de lugar.
Parecería se empeñaron en
dejar todo correctamente ordenado.
Solamente han quedado sus
fantasmas.
Aún les veo bajar rumbo al
lugar donde desempeñarán su actividad.
Bajan con sus remeras
verdes, sus rostros pintados y las diversas banderas identificadoras de los
lugares por los que realizarán la recorrida en busca de los niños.
Aún me encuentro sus
fantasmas tirados en el suelo del corredor compartiendo alguna reflexión.
Repiquetean sus voces en el
espacio utilizado como comedor. Voces que se alzan motivando una broma. Voces
que despiertan risas ante alguna ocurrencia.
Escucho sus risas, luego de
la actividad, en el frente de la parroquia. Salgo para compartirles unos mates
pero son únicamente sus fantasmas.
Queda, aún, algún fantasma
haciendo cuentos y algún otro fantasma que sonríe pleno de delicadeza.
Allí están reuniéndose para
comenzar aquella actividad dentro del templo de la parroquia.
Aún continúan esbozando
sonrisas como si continuasen en la eucaristía del domingo.
Sus rostros cansados
aparecen por entre los diversos salones de clase.
Sus rostros cansados no
pueden ocultar la felicidad de haberse brindado plenamente.
Cada momento es utilizado
para formalizar una ronda de mates y cuentos.
Esos fantasmas que aún
perduran no hacen otra cosa que proclamar la existencia de lazos que se van
estableciendo.
Son lazos que comenzaron a
establecerse el año pasado y se profundizaron un algo más en esta oportunidad.
Esos lazos hacen saber que
los fantasmas han de permanecer durante un buen tiempo.
Vienen por un tiempo
determinado pero entre la fuerza de su entrega, la alegría de sus vivencias y
el coraje de su testimonio se quedan mucho tiempo más de lo establecido.
Sin duda dejan mucho más de
lo que se han de llevar.
Por ello es que dejan sus
fantasmas para perdurarse y recordarles.
Resulta imposible pensar
que ya se han marchado.
Está ese fantasma que mira
con asombro lo mucho que ha crecido el pez tatuado en su brazo.
Está ese fantasma que se
acomoda una y mil veces la vincha de alambre que tiene entre sus cabellos.
Está ese fantasma que hace
sonar una guitarra en todas las actividades.
Está ese fantasma que se
encarga de embotellar litros de leche chocolatada para las tardes de actividad.
Está aquel fantasma que
sube la escalera atiborrado de cosas para un baño reparador.
Está aquel fantasma que
anuncia el horario de la tarde y el otro que pide manos alzadas para la
limpieza luego del almuerzo.
Parecería los fantasmas han
recibido de continuar el ritmo de lo por ellos vividos por ello es que,
parecería, están en movimiento constante.
No importa el calor o el
cansancio. Siempre están moviéndose y yo me limito a verles y recordar rostros,
nombres, palabras y la alegría de haber compartido instantes con ellos.
Padre
Martin de Ponce S.D.B.