PADRE HÉCTOR
Me perdonarán trate un tema
que, tal vez, no le diga mucho.
La persona a quien me
refiero nunca estuvo en Salto y hace muchos años trabajó en Mercedes.
Estaba preparando su
traslado. Desde Colonia, donde era el párroco, se trasladaba a Mercedes a
asumir la parroquia catedral.
Esto dice de su actividad
actual y su vigencia.
Cuando uno comenzaba a
conocerle quedaba impactado con su vocabulario.
No dudaba en pronunciar
cualquier palabrota.
En las conversaciones que
hemos tenido (muchas en los últimos años) jamás decía una palabrota pero ello
no sucedía cuando hablaba en público.
Tal cosa no era producto de
falta de cultura sino que, por el contrario, era una persona muy culta y un
ávido lector.
En muchas oportunidades las
calles de Colonia La Paz (Colonia) nos vieron transitarles en intensos
coloquios.
Nunca logré definir muy
bien quién reconciliaba a quién ya que dicha celebración se volvía un sincero
intercambio de posturas, actitudes y dificultades.
Lo cierto es que me
enriquecía muchísimo conversando con él.
Toda su formalidad lograba
ocultarla detrás de su creatividad y su audacia.
Esa creatividad la hacía
manifestación en pequeños detalles donde todo encajaba con mucho sentido,
delicadeza y armonía.
Solía ser un exigente
cuestionador.
En muchas reuniones todo
venía con armonía hasta que alzaba su mano.
Había que prepararse para
escuchar sus opiniones críticas pero sensatas.
En ocasiones guardaba sus
comentarios para no herir a alguien.
Es que le importaba, y mucho,
la fraternidad.
Sabía y lo tenía muy claro,
que la fraternidad no se construye con bonitos discursos o numerosas reuniones
sino con detalles bien concretos y puntuales.
Buscaba hacer de su
sacerdocio una tarea de entrega y disponibilidad.
Detrás de su carácter
siempre tenía tiempo para brindarse y colaborar.
Podía “putear” por alguna
complicación pero jamás rehuía a la búsqueda de una solución.
Teóricamente se encontraba,
con sus 50 y algo de años, en la madurez de su vida y con mucho para continuar
aportando desde su inagotable creatividad.
No voy a mencionar sus
servicios a la diócesis y a la Iglesia uruguaya porque esa no es la finalidad
de este artículo y porque sería mucho lo que debería decirse.
Tenía una fe muy intensa a
la que buscaba vivir con coherencia y alegría.
Cuando sonaba su voz muy
particular valía la pena concentrarse para escucharle.
Por lo general sus
preguntas iban precedidas de un preámbulo que hacía saber no cuestionaba por el
mero hecho de cuestionar.
Hace muy pocos días llegó
la noticia de que había sufrido un ACV.
Dicha noticia venía
acompañada de comentarios no muy auspiciosos.
Día a día se reiteraba el
“Está igual y su situación es delicada”
Sin duda solamente cabía
poner en manos de Dios su vida y que Él hiciese lo mejor.
Hoy (jueves) sobre el final
de la mañana llegó la noticia de su pascua.
Ya no había más esperanzas
ni ilusiones.
Solamente me dije: “Perdí
un amigo. Ya estará gozando del Jesús que tanto enseñó”
Quisiera concluir estos
renglones con las últimas palabras que intercambiamos. Él me comentó de su
traslado y yo le dije: “Lo siento por vos, me alegro por mí”
Padre
Martin Ponce de Leon SDB