TESTIGO
ELOCUENTE
Muchas veces te había visto
desde lejos.
La lepra te había hecho un
marginal.
Tu anunciar tu impureza te
hacía temible.
Nada, ni tus harapos,
podían ocultar tu tristeza.
Hasta triste era ese tu
caminar con el que recorrías las afueras del pueblo en busca de algo de
solidaridad.
Arrastrabas tus pasos como
si arrastraras la miseria de saberte excluido.
Vivías encerrado en la
soledad de alguna cueva.
Ya no podías tener contacto
con tu familia o con tus amistades.
El día que te declararon
“leproso” comenzaste una vida de soledad y aislamiento.
Hoy todo había cambiado
para vos.
Ya no acompañabas tus pasos
con el grito de “Impuro” como lo establecía la ley.
Caminabas con una sonrisa
inmensa como si hubieses vuelto a la vida.
Decías cosas que costaban
entender por más que mostrases estabas
curado.
Tus palabras salían
apuradas por la emoción y la alegría.
Muchos, aún, te miraban de
lejos como con temor a tu impureza.
Como no podía creer en tu
cambio me acerqué hasta ti.
Quería escuchar con
atención tus palabras.
Balbuceabas algo sobre
Jesús de Nazaret.
Lo habías encontrado y te
había curado.
Que te había pedido no lo
dijeras pero que no podías callar u ocultar tu alegría.
Te había devuelto mucho más
que la vida.
Te había devuelto los
sueños y la sonrisa.
Volvías a poder estar entre
la gente y reír con ellos.
No te cansabas de decir que
Jesús de Nazaret lo había hecho al tocarte.
Tú se lo pediste y él te complació.
Todo muy sencillo como para
que fuese realidad pero tu cambio decía que era verdad.
Te pregunté dónde podía
encontrar a ese tal Jesús.
Me dijiste que lo podía
encontrar en cualquier lado o en todos lados.
Que Él siempre está pasando
y se hace necesario reconocerlo.
Que Él está dispuesto,
siempre, a encontrarse con nosotros.
Que no se precisa de nada
más que tener ganas de necesitar de Él.
Que es necesario reconocer
que solamente Él es capaz de devolvernos las ganas de vivir con sentido, sueños
y alegría.
Que es imprescindible
dejarle actuar, dejarse tocar por Él.
Desde ese momento es
imposible no sentir que se nos cambia la vida.
Que ya no podemos dejar de
ser testigos suyos.
Sí, necesito salir a
buscarle y hacerle saber que le necesito.
Estoy dispuesto a dejarme
tocar por Él para que mi vida cambie.
Quiero que nada me impida
acercarme a los demás para llevarles un testimonio despertador de sonrisas.
Yo también quiero dejar de
lado todo lo que es tristeza y soledad.
Yo también quiero que todos
sepan que es posible tener un sentido y una razón para la vida.
No puedo permanecer
indiferente a este encuentro de hoy.
Apenas se arrastraba por la
vida y ahora salta de júbilo y gozo.
Apenas podía ilusionarse y
ahora está estallando de testimonio.
Apenas era un sobreviviente
y ahora está colmado de testimonio elocuente.
Padre
Martin Ponce de Leon SDB