TIEMPO
PARA EL AMOR
Dice un autor que si “Dios
es amor” todo lo suyo debe mirarse en un contexto de y para el amor.
Nada de lo que dice y hace
a Dios está desprovisto del amor.
Por ello es que se nos hace
necesario modificar nuestra mirada sobre este tiempo de Cuaresma que hemos
comenzado.
Era un tiempo donde se nos
invitaba a tomar conciencia de nuestra condición de pecadores.
Era un tiempo donde se nos
hacía asumir nuestra ingratitud para con Dios puesto que, muchas veces, le fallamos.
Era un tiempo donde el
remordimiento debía motivar la conversión.
Era un tiempo donde
resonaban con mucha fuerza expresiones como “pecado”, “penitencia” y
“conversión”
A lo largo de este tiempo,
así mirado, parecería que “el dedo acusador” de Dios se agigantaba contra
nosotros.
Por ello es que se hace
necesario cambiar nuestra mirada sobre este tiempo que, debe ser, fuerte de
Dios.
Si es un tiempo fuerte de
Dios debe ser un tiempo para el amor.
La conversión no es otra cosa
que intentar agradar a ese ser que constantemente nos está mostrando lo mucho
que nos ama y cuánto confía en nosotros.
El punto de partida de
nuestra necesaria conversión no puede ser otro que el de la experiencia del
amor de Dios en nuestras vidas.
Ese amor de Dios no es
etéreo o puede ser inventado. Es una manifestación hecha persona en Jesús.
Al amor de Dios llegamos
desde el descubrimiento de Jesús.
Él es el sacramento vivo
del amor de Dios y se nos hace necesario descubrirlo y experimentarlo.
No alcanza con descubrirlo
sino que, también, debemos hacerlo experiencia de vida.
Es en ese contexto que
debemos mirar este tiempo de Cuaresma.
Un tiempo donde cambiamos
para intentar corresponder al amor de Dios hecho manifestación en Jesús.
Debemos acercarnos a la
persona de Jesús para aprender del amor de Dios y poder actuar en consecuencia
a dicho amor.
El amor de Dios no es un
algo encerrado en sí mismo sino que lo hace iniciativa que se brinda
desinteresadamente.
El amor de Dios no es un
algo que se fortalece desde la latría sino desde el servicio y la solidaridad.
El amor de Dios no es un
algo que nos lleva a contemplarle sino que nos pone cara a cara con los
hermanos y, en especial, con los necesitados.
Este, por ser un tiempo
fuerte de Dios, es un tiempo de crecimiento, de tareas y de entrega
desinteresada.
Sin duda que mirar este
tiempo de Cuaresma como un tiempo para el amor nos hace acercarnos a la persona
de Jesús para escucharle y hacer de lo nuestro el intento de una respuesta
fiel.
Es un tiempo para estallar
de gozo ante el descubrir lo mucho que se nos ama y es n tiempo de compromisos
concretos para corresponder a todo el amor recibido.
Es un tiempo de vivencias
profundas que se hacen gestos concretos. De nada sirve amar si no se demuestra
tal cosa.
Ojala este tiempo nos
acerque tanto a Jesús que podamos vivir más plenamente nuestra tarea de ayudar
a muchos a saberse personas y, así, sonreír ante la vida.
Padre
Martin Ponce de Leon SDB