Nostalgias buenas

P. Fernando Pascual

17-2-2018

 

Una nostalgia es dañina si impide actuar, si lleva a condenar lo presente de modo distorsionado, si tergiversa y embellece el pasado sin comprenderlo correctamente.

 

En cambio, una nostalgia es benéfica cuando recoge del pasado lo bueno, cuando denuncia la pérdida de principios válidos, cuando señala los errores que han perjudicado a las personas y a los pueblos.

 

Existen, entonces, nostalgias malas y nostalgias buenas. Las primeras generan desconfianzas enfermizas. Las segundas permiten un sano espíritu crítico hacia opciones equivocadas que generan procesos malignos.

 

Lo anterior vale para las personas y para los grupos humanos. Una persona puede mirar su pasado e idealizarlo sin respeto a la verdad, mientras lamenta su situación presente hasta el punto de no reconocer las oportunidades que ella ofrece.

 

O también esa persona puede analizar lo pasado y ver que ha habido cosas buenas que merecen ser potenciadas, y errores que necesitan corregirse. Incluso llegará a esa nostalgia sana que sirve para recuperar tesoros antiguos que valen siempre.

 

En los grupos existe el riesgo de desfigurar la historia, de exaltar líderes que no eran nada ejemplares, de imaginar que antes las cosas iban bien, cuando un poco de objetividad desmiente distorsiones que falsean y permite ver que también en ese pasado había males necesitados de curación.

 

No resulta fácil comparar correctamente el pasado con el presente, ni evitar nostalgias erróneas. Pero cuando un análisis llevado seriamente reconoce en el pasado tesoros como el respeto a la vida, la defensa del matrimonio, el cariño hacia los abuelos y los padres, el deseo auténtico de amar a Dios y a los demás, podemos llegar a una nostalgia sana, que nos impulsará a promover esos tesoros en un presente que los necesita perentoriamente.