FIESTA
Padre Pedrojosé Ynaraja
El hombre es un animal festivo, en este aspecto no tiene ningún animal que
se le parezca. La fiesta es la más genuina manifestación de su intuición y de
la capacidad de usar lenguaje simbólico.
Los medios nos notifican las celebraciones islámicas, la fiesta del
cordero, o las chinas, el año nuevo, en esta ocasión llamado del perro, que ha
llenado de colorido nuestras pantallas de TV estos días. Más o menos
acertadamente, nos notifican también las celebraciones judías. De manera
semejante, inundan también los medios y se llenan nuestras calles de ruas de carnaval, propio de nuestros ambientes “postcristianos”.
Cabe pues preguntarse ¿Cuál es la fiesta cristiana? ¿Cómo se prepara? ¿Cómo
se celebra?
De tiempo inmemorial y origen bíblico es la semana. Aceptada por el
cristianismo y acomodándose a la memoria de la resurrección del Señor, la
Iglesia la celebra culminándola el domingo, que es el “octavo día”. Puesto el
acento en la luna llena de primavera, solemnizamos el Gran Domingo: la Pascua.
Es razonable preguntarse ¿esta celebración tiene notoriedad suficiente, de
acuerdo con lo que significa o simboliza? Los vecinos o los transeúntes que se
cruzan con nosotros ¿se enteran de que es nuestra gran fiesta y que a nada más
dedicamos la jornada?
En uno de los viajes a Tierra Santa teníamos previsto ir al Sinaí, pero al
llegar a la frontera no nos fue posible atravesarla. Era día de fiesta en
Egipto: la fiesta del cordero y tuvimos que abandonar el proyecto y movernos
por tierras judía del sur, en plan turista. Algo semejante me ha ocurrido en
Jerusalén. Se trataba en este caso de recoger un coche previamente alquilado.
Eran las 14.04 de la vigilia de la fiesta de Sucot. A
las 14 en punto habían interrumpido el trabajo en la agencia. Para conseguir el
cumplimiento del contrato, fue necesario que nos trasladásemos a un lugar de
cultura no judía, a 40 kilómetros de distancia.
Me he referido a aspectos peculiares y singulares, pero semanalmente se
experimenta lo mismo. Los viernes se es consciente de que los musulmanes
celebran su fiesta, sin tener que preguntarlo, uno sabe por dónde está la
mezquita, está en la dirección que camina la gente árabe, elegantemente
vestida. Dejan de funcionar sus vehículos, de alquiler o privados, y se visten
ellos y ellas con distinción, rebosantes de alegría. Las tiendas del zoco
cierran los viernes, ¡ay aquel artilugio que uno iba a comprar, o aquel regalo
que quería uno llevarse! Nadie tiene que decirnos que se acerca el sábado.
Hacia las seis de la tarde de lo que llamamos viernes, que para ellos es ya
sábado, desde las oficinas de la compañía de vuelos El-Al, hasta estancos y
correos, todo está cerrado. El muro del Templo está imponente de gozo, canción,
danza y oración. Por la mañana del día siguiente, frecuentan las familias los
parques públicos de la ciudad y sentados en la hierba, juegan los niños. Es la
fiesta en honor de Yahvé, no hay que olvidarlo. Ambos días están
espiritualmente perfumados y a uno se le contagia su alegría.
El próximo día 1 de abril es Pascua. Desde el atardecer del sábado 31 hasta
el domingo al mediodía, está la vida litúrgica rebosante de gozo, invitando a
los fieles a que abandonen toda otra inquietud y se entreguen a la celebración
más genuinamente cristiana, la Resurrección del Señor. Tenemos cuarenta días
para prepararla. Que no se pierda la ocasión. Hay que dejarse arrebatar por la
felicidad que trae Cristo. ¿O tal vez se le olvida a Él y ya se está preparando
un viaje, o la estancia en un lugar lejano, donde uno se podrá desentender de
todo?