CAMBIAR EL CHIPS
En un artículo anterior
hablaba de la necesidad de cambiar algún enfoque.
Sin lugar a dudas realizar
tal cosa es una urgente necesidad.
No podemos continuar con
una visión temerosa de Dios.
Sin duda ello no responde a
la propuesta de Jesús.
El Dios de Jesús es un Dios
que incluye porque es amor.
Su amor por nosotros es
producto de su conocimiento de nuestra realidad.
Nos ama no porque seamos
criaturas sino que nos amo porque somos quienes somos.
El suyo no es un amor abstracto
sino que nos ama por ser quienes somos.
Dios jamás se avergüenza de
nuestra identidad. Siempre nos acepta y respeta.
No nos ama por ser lo que
hemos sido ni por lo que podremos llegar a ser.
Nos ama por lo que hoy
somos aunque, como siempre, descubramos tenemos mucho para mejorar y crecer.
Como buen padre que conoce
a sus hijos confía y espera.
Confía en que podemos
dejarle acompañarnos.
Confía en que siempre vamos
a recurrir a Él en busca de una mano.
Confía en que asumamos
nuestra realidad.
Confía en que nos dejemos
ayudar para mejorarnos.
Espera y por ello jamás se
nos impone.
Espera y respeta el tiempo
de nuestros procesos.
Espera nos demos cuenta de
la necesidad de no vivir encerrados en nosotros mismos
En una oportunidad, luego
de haber planteado esto, se me dijo que tal postura anula el remordimiento y el
sentimiento de culpa.
Tal afirmación carece de
veracidad.
Quizás cambie la razón del
remordimiento y la culpa pero no quita la presencia de ambas realidades.
Son dos realidades
íntimamente individuales. Que nacen y crecen en lo interior de la persona.
No hay remordimiento o
sentimiento de culpa producto del miedo.
Sí hay remordimiento y
sentimiento de culpa cuando uno se descubre no correspondiendo coherentemente
al amor recibido.
Para poder experimentar
ambos sentimientos se debe, en primer lugar, experimentar el amor que Dios
tiene por cada uno de nosotros.
De Dios recibimos un amor
gratuito, incondicional y permanente.
Dios jamás deja de amarnos.
Culpa o remordimiento son
producto de nuestra respuesta a tal amor.
En oportunidades, por más
que decimos de nuestro amor a Dios, no sentimos culpa o remordimiento por
encerrarlo en algún templo o en algún texto. ¿No deberíamos avergonzarnos de no
amar en coherencia al cómo nos ama Él?
Al modo de amar Dios no
podemos descubrirlo sin mirar a Jesús en los relatos evangélicos.
Es un alguien que toma la
iniciativa y va al encuentro.
Es un alguien que hace
saber que el otro importa siempre.
Es un alguien que brinda
nuevas oportunidades sin imposiciones.
Es un alguien que cuestiona
pero respeta la libertad individual.
Es un alguien que invita a
soñar con lo mejor pero no obliga ni avasalla.
Descubramos al amor de Dios
en nuestras vidas, intentemos hacerlo vida en nosotros amando a los demás de
igual manera.
Debemos cambiar nuestro chips y ello es urgente y necesario.
Padre
Martin Ponce de Leon S.D.B.